La empatía no es inherente al hombre desde el nacimiento, sino que se desarrolla durante la vida del niño cuando éste interactúa con otras personas. Así, un niño muy pequeño es aún incapaz de sentir empatía hacia otras personas. ¿Deben contribuir entonces los padres al desarrollo de la empatía del niño o es innecesaria su intervención?
Un niño a una edad temprana, de unos 3 años (salvo excepciones), casi no es capaz de mostrar empatía todavía por otras personas, pero poco a poco en preescolar ya podremos ir viendo las primeras manifestaciones de empatía. ¡Veamos ahora el proceso habitual de su desarrollo!
¿Cómo se desarrolla la empatía en los niños?
Se necesitan tres condiciones o etapas para desarrollar la empatía:
- Tener tus propias experiencias positivas.
- Ser consciente de tus propias emociones y sentimientos.
- Tener comprensión de lo que la otra persona siente.
Veamos ahora cómo se desarrollo desde que somos pequeños a través de tres sencillas etapas:
Primera etapa de la empatía
- Conseguir sus propias experiencias positivas
El niño puede ir aprendiendo mientras va observando las interacciones de otras personas, y en esto es de gran importancia la manera en que los padres se relacionen con sus hijos. Una falta de empatía por nuestra parte puede ser perjudicial, por ejemplo, en el caso de que el niño se caiga y vaya corriendo a sus padres.
Los padres deben entender que la caída puede ser dolorosa, por lo que un abrazo cariñoso puede ser una mejor solución muchas veces que recurrir al “eso no es nada”. De esa manera, el niño experimenta la empatía que tienen los padres hacía él ante un problema y puede reproducirla también ante los posibles problemas de los demás.
- ¿Por qué necesitan estas experiencias?
Cuando nos encontramos en el comienzo del desarrollo de la empatía del niño, si éste es tratado positivamente con simpatía, cariño y dulzura, seguramente dichas actitudes le ayuden más adelante a comprender y entender los sentimientos de los demás. Por lo tanto, la base de la formación de la empatía es simplemente una manifestación de empatía previa hacia el niño.
Segunda etapa de la empatía
La siguiente etapa en el desarrollo de la empatía es la conciencia de las propias emociones y sentimientos. Aquel que puede entender lo que le sucede en un momento concreto, podrá entender mejor los sentimientos de otra persona. En muchas ocasiones esto es algo complejo, ya que un niño pequeño ni siquiera puede reconocer sus propios sentimientos y expresarlos, por eso es importante el papel de los padres, para ayudarle a expresar lo que siente.
Un pequeño ejemplo: si el niño llora cuando llega a la guardería y sus padres se tienen que ir a trabajar, podemos decir: “no te preocupes, luego vuelvo, ¿vale?”, pero esto no ayudará demasiado a los sentimientos que experimente el niño en un momento así. Si por el contrario decimos: “Yo tampoco querría irme, pero cuando vuelva iremos al parque y lo pasaremos muy bien. Te quiero”, el niño se sentirá comprendido y motivado para seguir adelante y esperar nuestra vuelta. De esa manera, ayudamos a los más pequeños a darse cuenta de sus sentimientos y de cómo deben aceptarlos y afrontarlos. Después de un tiempo, ellos mismos podrán comenzar a hablar de lo que sienten con mucha más facilidad.
Tercera etapa de la empatía
La última etapa consiste en tener conciencia de lo que “puede” sentir otra persona. La empatía no es posible si no sabes qué siente la otra persona exactamente, por eso es importante hablar con nuestros hijos y que se discutan las diversas situaciones que se presenten en la vida, o incluso una situación peculiar que hayamos visto en alguna película, en un programa de televisión, etc.
Pongamos un breve caso: un niño se cae en la calle y llora. Si su hijo presta atención, podrá darse cuenta de lo que ha ocurrido y comentarlo: “el niño se ha caído y se ha hecho daño.” Incluso, niños de 2 o 3 años, ya podrían extraer sus propias conclusiones al observar dicha escena: “el niño se cayó y está llorando porque le duele mucho”. Sin embargo, puede que no sea suficiente la observación para llegar a una conclusión sobre el estado de ánimo y los sentimientos de otro niño y que esto haga que nuestros hijos se sientan confusos. En estos casos se necesitaría la ayuda de un adulto para favorecer la comprensión de lo que suceda.
Para concluir, diremos que tener capacidad de empatía, comprender a otra persona o sentir lo que sienten los demás, es algo muy complejo. Las diferentes circunstancias que se den en la vida del niño podrán contribuir positivamente desarrollando esta capacidad, o negativamente, obstaculizándola por completo, y por eso es tan importante que permanezcamos atentos y pongamos todo de nuestra parte para procurar favorecer ese desarrollo positivo. ¡La empatía es la clave de la vida!