Una característica que fomenta el crecimiento y la maduración infantil es la confianza del niño en sí mismo. Los niños que reciben confianza de los demás se percibirán a sí mismos como dignos de confianza. Este concepto consiste en confiar sinceramente en las declaraciones verbales, valores, acciones y creencias de un niño. Por ejemplo, es creerlo cuando dice: tengo miedo.
Normalmente, los padres, creyendo que poseen información suficiente para determinar que la declaración tengo miedo es inexacta, no hacen caso de dicha afirmación; sin embargo, aunque los adultos sean más precisos y correctos, el rechazo de lo que el niño decide sobre sí mismo producirá probablemente consecuencias negativas para su crecimiento y madurez infantil. Lo que el niño percibe puede ser más importante que lo que el adulto decide.
En caso de que las personas significativas para el niño no tengan confianza en sus declaraciones o acciones, entonces la conclusión que extrae el niño puede ser la siguiente: ¿por qué tendría yo que confiar en mí mismo? Empieza a dudar de sí mismo y de la validez de sus pensamientos, emociones y sentimientos.
Otra característica para conseguir un ambiente que fomente el crecimiento y la maduración infantil, además de la confianza en sí mismo, es ayudar a que el niño desarrolle su capacidad de empatía. Esto significa aprender a descentrarse, a salir de sí mismo, a ponerse en el lugar del otro y a hacerse con sus propios puntos de vista, pues en la medida que asuma esto conseguirá reconocer los sentimientos que hay en los otros.
Otras consideraciones a tener en cuenta
Para aumentar la empatía y el espíritu de ayuda, sería recomendable que el niño desarrollara una mayor sensibilidad por las necesidades y sentimientos de otros, ya que proteger a un niño de experiencias angustiosas puede restringir su base personal para la comprensión empática en años posteriores. Se puede facilitar al niño oportunidades de asumir el papel de otros y prestar ayuda, para fomentar la conciencia empática de la perspectiva del otro.
Debe animarse al niño a ponerse en el lugar de otro, hablando de ello con él de modo completo y detallado, sin dejar de referirse tanto a las diferencias como sí a las semejanzas que existan entre él y otros. Igualmente, por supuesto, será importante, en orden al desarrollo afectivo, que el niño tenga oportunidad de observar cómo sus padres y otras personas se comportan con conductas solidarias y altruistas. Los modelos en los que el niño se fija, facilitan el proceso de empatía al comunicar sus propios pensamientos y sentimientos en el momento de prestar ayuda.
Un método eficaz para aprender acerca de las emociones de las personas consiste en echar mano de relatos, cuentos y anécdotas que ayuden al niño a comprender los sentimientos de otros.