Es normal que nuestros hijos sientan miedo a veces, y esta suele ser una emoción que puede ayudarles incluso en la vida, como a ser más cautelosos, por ejemplo. Las cosas que son diferentes, grandes, nuevas… pueden parecer al principio atemorizantes, pero, ¿qué ocurre cuando el miedo está más enraizado o responde a temores complejos de verdad?
Sin duda, los padres pueden ayudar a sus hijos a sentirse seguros y cómodos, pero lo cierto es que, a medida que vayan aprendiendo más sobre el mundo, algunas cosas se volverán más confusas y aterradoras para ellos por más que cuenten con la protección de papá y mamá. ¿O es que acaso no es así la vida? Desde luego, también es cierto que los padres enseñamos a los hijos, por lo general, a tener miedo y cautela ante peligros específicos, como los incendios o al cruzar la calle, pero no solemos preparar tanto para esos otros miedos más arcaicos y típicos de la vida, como es el de la soledad.
En este tipo de situaciones la ansiedad puede ayudar siempre a protegerse de algún posible daño, tanto a niños como a adultos, pero normalmente no sin consecuencias, pues la ansiedad puede ser terrible para la salud. Pero a veces el mayor problema está en una falta de apoyo emocional, y no tanto a respuestas fisiológicas del cuerpo, pues existen situaciones que los adultos consideramos poco o nada amenazantes y a las que los más pequeños pueden responder con miedo. Y situaciones así podemos verlas día tras día, sin darnos cuenta, como cuando llega la noche y los niños no quieren dormir solos o con la luz apagada.
Si lo pensamos bien, la noche ha debido ser algo atemorizante muchas veces para las personas desde tiempos inmemoriales, y suele generar pánico o temor en millones de niños. Para ellos, la llegada de la noche puede ser algo increíblemente atemorizante, especialmente cuando tienen que ir a dormir. Y lo cierto es que la noche puede presentar muchos elementos a priori inofensivos, pero que pueden generar ese miedo atávico, como es la oscuridad o el miedo a quedarse uno solo o perdido en ella. Es en ese momento cuando corren hacia la habitación buscando a papá y mamá, es una especie de espiral que puede alargarse mucho en el tiempo. ¿Pero qué sucede realmente en un niño cuando esta situación se da?
Cuando el mayor temor de los niños tiene que ver con la soledad
Es normal que un niño sienta miedo a ciertas edades, pues forma parte del crecimiento, por eso en edad preescolar se suele tener miedo a las cosas desconocidas que uno no entiende o no puede controlar. Es por esto también por lo que los niños suelen tener una imaginación muy activa y es común que suelan mezclar los límites de la realidad y de la fantasía.
En este sentido, sucede que muchos niños dicen tener miedo a los fantasmas o a monstruos que se esconden debajo de la cama o en el armario, y dichos temores suelen hacen presentes cuando se apaga la luz. Sin embargo, este tipo de miedos siempre se relacionan en realidad con el hecho de quedarse solos y con esa necesidad de irse haciendo independientes, pues casualmente terminan cuando acuden a los brazos de papá y mamá y a ese templo de la seguridad que es su cuarto. En definitiva, una estrategia de la mente para buscar esa compañía que el ser humano siempre anhela y que un niño pequeño tanto necesita.
No podemos olvidar que al final un niño debe crecer y aprender a hacer las cosas por sí mismo, por lo que es necesario abordar y atajar ese tipo de temores para que no persistan y continúen irrumpiendo y rompiendo las rutinas del descanso y del sueño, pues de lo contrario podrían cronificarse. Pero, ¿qué pueden hacer unos padres al respecto?
Cómo hacer que nuestros niños no teman quedarse solos
La clave para ayudar a superar cualquier tipo de miedo a los niños, pasa siempre por el amor, la comprensión y la empatía. Por eso es fundamental no sentirse frustrados ni enfadados con las consecuencias, como con esas excursiones nocturnas a la cama de papá y mamá, ni por supuesto ridiculizar ante terceras personas dichos temores, por más raros que parezcan.
Así, en primer lugar, aceptemos como “real” el miedo que experimenten los niños para poderles ayudar a superarlo con más éxito. Si somos padres amorosos y sensibles, la mayoría de los niños podrán enfrentar sus miedos de una manera mucho más fácil, superándolos a medida que crezcan. No olvidemos que el miedo es una parte normal del crecimiento y que los adultos también experimentamos. Además, es una señal de que un niño está comenzando a comprender el mundo y la forma en que funciona, y que está tratando de comprender lo que significa para él. Y, aunque con el tiempo y la experiencia lleguen a darse cuenta por sí mismos de que las cosas que parecen atemorizantes a veces no lo son tanto, después de todo, siempre hay algo más que hacer por ellos:
- Desarrolla un vínculo fuerte de afecto
Todo niño o niña necesita desarrollar un vínculo afectivo con sus padres, especialmente para sentirse seguros de que cuando necesiten ayuda, ellos estarán allí. Esto les hará crecer con una autoestima más fuerte, sintiéndose seguros y siendo capaces de ser independientes más pronto.
- Proporciona un ambiente de amor y cuidado
A los hijos hay que proporcionarles un hogar lleno de confianza, respeto, amor y cuidados, en el que puedan crecer y desarrollarse apropiadamente. Esto es muy importante para el desarrollo de todo su potencial, y especialmente en sus tres primeros años de vida. Además, esto estimulará su desarrollo cognitivo y les preparará para estar fuera de su zona de confort cuando sea necesario y para enfrentar los retos que la vida les presente.
- Haz de su hogar y de su cuarto un bonito refugio
Los niños deben sentir que su hogar siempre va a estar allí para ellos, cuando se sientan solos, tristes o cuando tengan problemas, da igual. El hogar debe ser el sitio que les permita ser ellos mismos, y sobre todo ese lugar en el que puedan expresar sus miedos y temores sin ser juzgados o ridiculizados, aunque sea un supuesto temor a un monstruo del armario. Y es que, si los niños pueden expresar sus miedos en casa con claridad siendo escuchados, también podrán recibir ese apoyo y esa compañía que necesitan.
Del mismo modo, si esa sensación de templo y refugio que suele ser el hogar, la trasladamos a su propia habitación (ya sea con una pequeña luz de ambiente, una decoración acogedora, algún peluche favorito…) también les haremos entender que no solo están seguros en la habitación de papá y mamá, o que estar solos “de manera física” cuando dormimos, no significa en modo alguno estar solos de manera real.