Todo el mundo es diferente y, aunque es casi una obviedad, lo cierto es que a veces nos olvidamos de ello cuando esperamos con ansias, por ejemplo, que nuestros hijos sean iguales que nosotros con el tiempo. Y esto mismo puede aplicarse al cariño, pues en absoluto todas las personas son igual de cariñosas o tienen la misma necesidad de hacer demostraciones de este tipo en público o de manera constante. En este sentido, ser cariñoso o no serlo puede ser igual de normal, siempre y cuando no dejemos que esa “carencia”, por decirlo así, se vuelva tan negativa como para que termine afectando a nuestras relaciones sociales o a los afectos que terminemos recibiendo de los demás.
No debemos olvidar que, al final, el amor y nuestra forma de comportarnos con los otros tienen un impacto directo en muchas áreas de nuestra vida, y que ser cariñoso y amoroso con los demás es un gran ejercicio de empatía que se puede trabajar y mejorar, si de verdad tenemos empeño en mantener unas buenas relaciones íntimas y personales.
Esto es algo que podemos ver muy bien con los bebés, por ejemplo, pues son muy pocas las personas que se pueden resistir a mostrarse cariñosas con un recién nacido al provocar sensaciones emotivas y de amor casi sin querer, y ese cariño surge de manera natural incluso por parte de desconocidos. Entonces, siendo esto así, ¿por qué hay personas que no son capaces de mostrar ese cariño todo el tiempo? O, ¿por qué cuando sus propios hijos van creciendo abandonan este hábito de demostrar cariño de manera natural?
La importancia de ser cariñosos con los más pequeños
Los adultos, al crecer, vamos pasando por muchas situaciones que nos hacen cambiar y modificar nuestro carácter, pero esto no debería hacernos perder comportamientos que son del todo positivos como es el de mostrar el cariño a los demás, pues si hay niños en una casa crecerán con el ejemplo y bajo el modelo casi exclusivo de sus padres. Por eso no abandonar el amor y el cariño es fundamental en la crianza, pues ayuda a que los niños pequeños crezcan felices y seguros, abriéndose a los demás y siendo capaces de socializar con mucha menos dificultad.
Y no se trata de ser cariñosos solo en casa con los nuestros, por el hecho de ser nuestra sangre o de tener un parentesco, sino de serlo en la vida en general, demostrando al mundo nuestra generosidad, nuestra capacidad de querer alegrar el día a la gente o de ponernos en sus zapatos en un mal día, o nuestro amor por los animales. Por supuesto, esto no quiere decir que tengamos que serlo todo el día o que nosotros mismos no podamos cabrearnos o disgustarnos en días grises, sino que debemos ser capaces de reponernos y de sonreír a los demás y ser amables con ellos en la medida de lo posible y a pesar de las dificultades.
Si conseguimos mantener esta actitud positiva en la vida, nuestros hijos la observarán y harán lo mismo en su entorno, lo cual les garantizará excelentes herramientas para su vida social y para hacer amistades sin problemas en el entorno escolar y en su futuro más lejano. En definitiva, el cariño es siempre un maravilloso mensaje que enviamos y un valiosísimo aprendizaje para la vida.
Pero, ¿cómo podemos fomentar ese cariño necesario cada día mientras aún son pequeños?
- Mantén siempre contacto físico con tus hijos a través de abrazos, caricias y besos, pues de esta forma aumentarás sus ganas de imitarte y de ser amorosos con todos sus seres queridos.
- Aumenta su autoestima y su nivel de autoaceptación con palabras y actos que les motiven y les animen a ser mejores cada día.
- Mira siempre a tus hijos cuando les hables, pues la mirada de unos padres es fundamental para sus niveles emocionales, pues produce elevados niveles de confianza y seguridad.
- Mantente siempre en contacto en sus horas de juego, de ocio, de tareas, etc. No olvides que los niños, mientras crecen, necesitan estar con sus padres en sus actividades más cotidianas, y aumentar así su satisfacción y su capacidad de aceptar las situaciones frustrantes y favoreciendo su desarrollo personal.
- Que no te parezca nunca exagerado decir que quieres a tus hijos a diario, aunque creas que no lo necesitan o no quieren escucharlo. Un “te quiero mucho” a tiempo aumenta en el niño su seguridad y confianza, y comprobarás que, cuanto más lo expresas, más dispuestos están a quererse a ellos mismos.
Qué podemos hacer para que los niños sean cariñosos
Como hemos dicho, cada persona es un mundo y tiene un carácter diferente, y eso es algo que se va viendo muy pronto en los niños aunque todavía no hayan desarrollado su personalidad del todo. Pero también es cierto que, cuando los niños son aún muy pequeños, se fijan continuamente en su alrededor y aprenden de él, especialmente de los padres, que tienen en su mano el fomentar unos comportamientos más que otros y hacerlo con mucho afecto o con lo contrario. Y lo mismo ocurre con el cariño, pues el que demostremos como padres e infundamos a los nuestros día a día terminará reflejándose en los hijos tarde o temprano, permaneciendo como un poso de café en lo más profundo de sus almas.
Es decir, que aunque haya niños con todo tipo de caracteres (al igual que adultos), no debemos olvidarnos de que el carácter también se va forjando y que hay cosas que siempre se pueden pulir y mejorar cuando se trata de algo bueno. Por eso, en este artículo, queremos ofreceros una serie de pautas para procurar que los niños sean cariñosos de manera natural, sin forzar o exigir las cosas.
- Dar, recibir y agradecer
Una muy buena cosa que podemos hacer, además de ser padres cariñosos y enseñar que el amor es el camino más importante que podemos recorrer, es la de permanecer receptivos a las demostraciones afectivas que los peques tengan con nosotros (incluso aunque estemos cansados), y agradecerlas siempre.
- Decir palabras amables
El lenguaje es muy importante y debemos medirlo mucho con los niños, procurando que primen siempre las palabras amables y la motivación a través de las mismas. Podemos utilizar frases como: “¡Menudo dibujo! Muchas gracias, porque significa que me quieres mucho”. Esta muestra de interés por nuestra parte ayudará a los niños a ir sustituyendo algunos actos físicos por detalles, palabras y expresiones simbólicas. Además, ante las palabras amables, siempre es útil y didáctico un sencillo: “Gracias”, pues con esta fórmula estaremos reforzando su afecto hacia nosotros, pero también su expresividad.
- Ayudar a expresar el cariño
Los niños a veces no saben expresar el cariño y esto es algo que también deben aprender. Si permanecemos atentos a sus muestras o expresiones de afecto, podremos invitarles a manifestar su cariño de la manera más natural posible. Por ejemplo, si notamos que les gusta mucho estar con sus primos o que le encanta la visita de algún otro familiar, podemos poner nombre a esa alegría con palabras fáciles que puedan comprender (Ej.: “Hoy va a ser un día genial porque vienen los primos a casa”). Si además añadimos algo como, “¿Tú también estás contento/a?” les ayudaremos a diferenciarse poco a poco de nuestro parecer y a expresarse libremente.
- Cuidar los actos y las palabras
Los adultos somos capaces de dar besos y abrazos, de celebrar los encuentros y enviar felicitaciones a una persona en fechas señaladas, pero también tendemos a criticar o a enfadarnos con otros, incluyendo a la familia, lo que puede ser muy desconcertante para los más pequeños. Por eso debemos tener siempre mucho cuidado con estas cosas y no hablar temas complejos con los niños o delante de ellos.
- Animar pero sin presionar
Debemos enseñar a los más pequeños que el cariño es importante, pero el cariño no tiene por qué ser físico necesariamente, por lo que no obliguemos a los peques a dar besos y abrazos de manera forzosa, o de lo contrario no estaremos dejando que demuestren el cariño de manera libre y natural. Hay muchas formas de demostrar el cariño y este tipo de muestras de afecto deben salir siempre del alma, sin forzar.
- Enseñar a no reprimir
Proporciona una constante corriente de amor y aceptación a tus hijos. Deben saber que los quieres sin reservas y de una forma incondicional y, cuando tengas que regañarles, empieza por decirles siempre cuánto los quieres para después corregir su comportamiento. Eso sí, procura dejar claro que desapruebas las malas conductas, no a ellos en sí.
En definitiva, los niños siempre se fijan en sus padres para encontrar y forjar sus propios modos de comportamiento, por lo que harán lo que vean y ofrecerán lo que reciban. Tomar contacto con el mundo y el amor creciendo en un círculo familiar sin tapujos ni coacciones y en el que haya mucho cariño, confianza y mucha empatía y generosidad, será la base para una buena vida llena de afecto. Y es que, solo participando del amor que existe en su propia familia, podrán los niños convertirse en seres amables y cariñosos de manera natural.
3 diciembre, 2017
Es genial poder trabajar con los niños, las fichas son muy buenas, gracias