Tendemos a regañar y advertir a los niños cuando se portan mal o no hacen lo que esperamos de ellos, pero… ¿y cuando se portan bien? ¿Sabemos estar a la altura también cuando esto ocurre? Lo cierto es que es frecuente que nos olvidemos de reforzar su autoestima cuando hacen las cosas bien o cuando muestran gestos maravillosos, como el de ser cariñosos con sus amigos o seres queridos, o ayudarnos a poner la mesa en casa.
Los padres a menudo nos obcecamos con el desarrollo del nivel académico y con las exigencias que nuestra sociedad de consumo y alta presión social deposita cada día sobre nosotros, olvidando casi siempre lo más importante de nosotros mismos, que no es otra cosa que nuestra esencia humana. Esa esencia que puede capacitarnos como grandes personas, capaces de preocuparnos por el de más allá y de sacrificarnos por el resto.
Según el reputado psicólogo de familia Richard Weissbourd, de la Universidad de Harvard, los padres nos olvidamos con frecuencia de que lo más importante es que nuestros hijos sean buenos y sean felices. De hecho, si lo hiciéramos, no depositaríamos tantas presiones sobre los más pequeños.
En esta época en la que la educación consiste en establecer metas poco realistas a los niños que les guíen exclusivamente a la excelencia académica y laboral, los pequeños asumen la idea de que lo importante es triunfar cueste lo cueste, aunque sea a base de recursos poco éticos, como pueda ser poner la zancadilla al de al lado o usar “chuletas”.
Por eso, y en la búsqueda de acabar con este problema, el profesor Richard Weissbourd elaboró una serie de pautas para llevar a cabo a la hora de criar a un buen hijo en lo que de verdad importa. Y es que no podemos pretender que nuestros hijos sean excelentes personas si, a la hora de la verdad, solo nos ven preocupados por sus notas.
Cómo criar a un buen niño en pocos pasos
- Pasar tiempo con la familia: en un mundo dominado casi por completo por las nuevas tecnologías y las maratonianas jornadas escolares y laborales, cada vez resulta más difícil compartir y disfrutar del tiempo en familia y esto es algo fundamental, sobre todo si queremos influir de forma eficaz y positiva en su educación. Comparte tiempo con él de calidad y que pueda darse cuenta de que no te preocupan única y exclusivamente sus deberes, sino su felicidad en todos los sentidos. Comparte sus hobbies en los ratos libres, como ver una película o echar un apartida a la videoconsola en familia. Sin duda reforzará los lazos entre padres e hijos con garantías de éxito.
- Hablar en voz alta en casa: esta actividad deberíamos realizarla cada día y, en buena parte, tiene que ver mucho con la idea de pasar tiempo en familia. Pero es importante que el hecho de hablar entre nosotros y contarnos nuestras cosas y los problemas que tenemos a diario, sea algo que suceda siempre con normalidad, como por ejemplo a la hora de comer, de cenar o de ver un rato la televisión antes de ir a dormir. Desterrar costumbres del pasado, como la de comer en silencio, eliminará las rigideces en nuestros hogares y nos ayudará a aproximarnos más a las generaciones más jóvenes.
- Mostrar gratitud con los demás: cuando trabajamos la gratitud estamos trabajando la empatía y el respeto hacia el prójimo, que son cualidades fundamentales para poder asegurarse el éxito en nuestra sociedad, al margen de nuestros resultados académicos. Si tus hijos ven que te muestras con amabilidad, generosidad, responsabilidad y respeto hacia los demás, tendrán la oportunidad de asumir la misma actitud desde pequeñitos, lo que les alejará de problemas tan acuciantes como el egoísmo o la superficialidad. Ojo, es importante que mostremos gratitud y reconocimiento hacia nuestros hijos cuando se trate de cosas inusuales que sucedan o actitudes de carácter excepcional, pues alabar una buena acción, que en teoría debería darse por hecho, como colaborar en casa, nos alejaría de nuestra meta.
- Experimentar la vida: estar continuamente encima de nuestros hijos, vigilantes y amenazadores de consecuencias, solo hará que nos alejemos de ellos. Recuerda que cada vida es propia e individual, y que nadie salvo uno mismo, tiene el poder de decidir qué hacer con ella y hacia dónde dirigirla. Evidentemente como padres, debemos saber guiar a nuestros hijos en ese camino correcto, pero los sermones y las prohibiciones suelen servir de muy poco en este sentido. Simplemente sé un ejemplo para ellos, y no tendrás que temer cada vez que salgan a la calle o empiecen a crecer y a experimentar situaciones propias de dicho crecimiento. Mantener vivos nuestros recuerdos de infancia y adolescencia nos ayudará a obrar en consecuencia, como nos gustaría que hubieran hecho con nosotros mismos en su momento. Permite que tus hijos experimenten su vida, y puedan levantarse ellos mismos cuando sufran una caída.