Todos hemos sentido miedo y/o frustración en algún momento de nuestras vidas, pero según crecemos se nos suele olvidar que los niños pequeños también pueden sentirlo. Ambas son emociones completamente naturales de nuestro cuerpo que se producen como respuesta ante determinadas situaciones, pero lo cierto es que su presencia puede alterar nuestra salud física y emocional, incluida la de los más pequeños.
Por eso es necesario que hablemos mucho con los niños y que permanezcamos pendientes a su estado anímico y a todo cuanto les ocurra, ya sea en casa o con amigos o en el colegio, pues las consecuencias de no abordar estos problemas pueden ser negativas a la larga. Pero, ¿existen estrategias sencillas disponibles para los padres con las cuales poder enfrentar estos desafíos emocionales?
Por qué las personas sentimos frustración y miedo
Cuando somos pequeños, este tipo de emociones negativas (pero naturales) pueden aflorar por cuestiones como la de sentir miedo al rechazo, o a lo desconocido, o a suspender un examen o no ser lo suficientemente buenos, o a no hacer amigos y no encajar…y un larguísimo etcétera. Por eso los adultos debemos desterrar la idea de que los niños no tienen problemas, pues tienen los que corresponden a su edad y a su realidad social, y son igual de importantes. La frustración, por su parte, suele estar más relacionada con la imposibilidad de cumplir los sueños o los objetivos, por lo que son reacciones a nuestra experiencia, pero también un mecanismo de aprendizaje que puede enseñarnos mucho sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
Pero, sea cual sea la emoción que aflore, lo principal es descubrir la causa, es decir, pensar en qué es lo que se teme o qué es lo que nos frustra, para poder entender la situación en toda su complejidad y conseguir abordarla. Y es que es difícil superar algo si no sabemos muy bien qué es ese algo, lo que también atañe a los padres, que no podrán ayudar si no conocen qué está sucediendo. Por eso la comunicación con los hijos en casa siempre es vital, pues permitirá que todos los miembros de la familia se sientan cómodos a la hora de contar sus experiencias fuera de casa y sus sentimientos.
Cómo se manifiestan el miedo y la frustración
Desde la más tierna infancia el miedo se hace presente en la vida de todo niño, ya sea por miedo a la oscuridad, a que sus padres desaparezcan, a no tener amigos…lo que también puede manifestarse en forma de ansiedad o estrés, por eso es muy importante no infravalorar estas ideas y apoyar a los más pequeños ayudándoles a superarlas, pero sin burlas.
Esto, además, servirá también para atajar el problema de la frustración, pues el sentirse comprendidos evitará que los niños se cierren y no quieran compartir en casa sus deseos y emociones por miedo a la incomprensión.
Qué ocurre con estas emociones si no se gestionan
Al igual que ocurre con los adultos, o incluso en mayor medida, si no se aprenden a gestionar estas emociones cotidianas se pueden llegar a cronificar y provocar problemas con la autoestima y con las relaciones sociales, o con el miedo al fracaso o a la crítica constante…haciendo que los pequeños se vean coartados en su día a día y limitados a la hora de vivir experiencias y de disfrutar, limitando su capacidad de desarrollo y aprendizaje. Pero, ¿Cómo se puede ayudar en este sentido?
Pues una de las estrategias más eficaces es la de validar las emociones, reconociéndolas y escuchando activamente a los niños en todo lo que nos tengan que decir, pues esto hará que se sientan queridos, comprendidos y apoyados. Otra de las posibilidades es trabajar la resiliencia en casa, pues, aunque ningún padre pueda evitar todo el tiempo el sufrimiento de sus hijos, aprendiendo a ser resilientes se pueden sobrellevar los problemas de una forma mucho más eficaz. Es muy importante también mostrar a los niños cómo enfrentar los desafíos y recuperarse de cada tropiezo con energía y con una buena actitud, lo que puede trabajarse fomentando la seguridad y la confianza en uno mismo. Alentar a los niños a probar nuevas cosas, incluso si resultan en errores, refuerza el aprendizaje a través de su experiencia.
Por último, también podemos enseñar técnicas específicas, como por ejemplo la de la respiración profunda o el diálogo interno positivo, pues son herramientas útiles que pueden serles de ayuda en momentos críticos de angustia o estrés, y que permiten que el cuerpo estabilice su nerviosismo a través de la calma.
La importancia de comprender y no tapar las emociones
Comprender y manejar el miedo y la frustración desde la infancia es esencial para un desarrollo emocional saludable, por eso todo el esfuerzo que pongamos en conseguirlo será bueno y bienvenido por el bien de los más pequeños. Al proporcionar a los niños las herramientas y el apoyo necesarios para enfrentar estas emociones, podremos ayudarles a desarrollar un mayor nivel de confianza, lo que sin duda les será útil a lo largo de toda la vida.
No olvidemos que al final el objetivo no es acabar con dichas emociones o impedir a toda costa que afloren, sino aprender a vivir con ellas de la mejor forma y aprender de cada experiencia sabiendo que no es el fin del mundo y que somos más fuertes que eso. Enfrentar el miedo y la frustración es un viaje que siempre requiere paciencia, eso sí, así como comprensión y práctica constante, por eso lo más importante ante los desafíos emocionales de la vida es lograr una actitud positiva y proactiva, pues esa será la mejor enseñanza que podamos dejar a los niños para el día de mañana.