Los niños aprenden mientras van creciendo y lo hacen mucho más rápido de lo que una persona en su edad adulta lo hará nunca. Ese aprendizaje es así de violento porque lo hacen desde la ingenuidad, sin miedo a equivocarse y con esa emoción que sólo los peques pueden transmitir. Nos enseñan en su caminar que la diferencia entre ellos y nosotros, los “adultos racionales”, está en la resistencia que ponemos mientras vamos aprendiendo.
¿Quién aprende de quién?
Una reflexión para la vida es tratar de darnos cuenta de esta frase: ¿quién aprende de quién? ¿Los hijos de los padres o los padres de los hijos? La lógica nos indica que son los hijos de los padres, pero la lógica no siempre es buena consejera y a veces la evidencia nos demuestra justo lo contrario.
- Los hijos resultan ser nuestro ejemplo a seguir en asuntos de negociación, un “no” para ellos es el inicio de una batalla emocionante entre su propia persona, papá y mamá. Un “no” para un niño resulta desafiante y emocionante, y muy pocas veces lo ven como una respuesta definitiva o desestimulante.
- También nos enseñan a respetar a las personas que aman, pues ellos aprenden por imitación, como decíamos, y por eso imitan a las personas que les cuidan y aman, y jamás pensarían que esas personas pueden hacerles algún daño. Los niños no dudan, creen firmemente en la bondad infinita de sus padres y esto los mantiene en la felicidad casi absoluta.
- Los niños son emocionalmente inteligentes y prácticos investigadores por naturaleza. Ellos prueban formas fáciles de alcanzar lo que desean y aprenden, por ejemplo, que con llanto consiguen que mamá actúe, o viceversa, y con lástima que lo haga papá. También aprenden a establecer sus propios límites cuando no quieren algo o no comprenden por qué tendrían que ceder, así como cuando quieren algo y van tras ello. Los niños son lógicos y, si lo pensamos bien, lo son bastante más que los adultos. En ellos la hipocresía o el ego no tienen espacio.
Pero ojo, dicha imitación puede tener también su lado negativo, como cuando aprenden que el descontrol de las emociones no es negativo y lo aprenden de mamá y papá cuando pegan gritos, cuando utilizan la fuerza para corregir, cuando tiran cosas o maldicen… Entonces, ellos entienden que todo eso está bien, que deben hacerlo con alguien más débil que ellos o esperar a tener un poco más de edad. Es de esta forma como aprendemos desde muy pequeños a no controlar las emociones, a confundir la rabia con la tristeza o a no valorar la ayuda de alguien que nos quiere.
Pautas a seguir para que los peques aprendan cosas positivas
Los niños, como otros humanos, crecen y cambian cuando se sienten amados, aceptados, apreciados, respetados…y eso les permite abandonar la necesidad de defenderse y les hace querer cooperar. Por eso es muy importante que, aun cometiendo errores, no se señalen sus faltas, pues eso no les ayudará a cambiar.
Si unos padres quieren que sus hijos actúen correctamente, pueden sorprenderles mostrando cada día esas actitudes positivas que esperan de ellos o todas aquellas que podrían servir para educar en ese camino positivo. Los padres deben observar los progresos y aplaudirlos, incluso cuando los resultados no sean perfectos, por ejemplo, diciendo frases como: “aprecio mucho tu esfuerzo, a la próxima lo conseguirás”.
Otras de las medidas que se pueden tomar son las siguientes:
- En lugar de evaluar a un niño/a como persona (“eres una buena chica”), di mejor las cosas que aprecias (“admiro cómo te disculpaste con tu amiga”).
- Disfruta de tus hijos por lo que son, en lugar de tratar de hacer que se conviertan en alguien mejor. Recuerda que tu misión como padre o madre es mantener su corazón lleno de amor y su confianza intacta, ayudando a procesar y a canalizar las emociones.
- Encuentra la manera de ver a tus hijos positivamente y bloquea las cosas que te resulten molestas si no piensas trabajar en ellas.
Probablemente podrías encontrar cosas negativas que decir a tus hijos cada día, pues es algo normal que nos sucede a los seres humanos, pero los niños especialmente necesitan alguien en quien inspirarse y en quien encontrar las fuerzas necesarias para alcanzar la superación. Los hijos no son perfectos, al igual que tampoco lo son los padres, pero las reacciones negativas y cargadas de reproches no ayudan a un niño a crecer ni a aprender, de hecho, hacen que se sientan menos seguros y menos amados. En estos casos recuerda que los niños actúan así porque son niños precisamente, y no debemos esperar de ellos comportamientos perfectos: ensayo y error….por lo que respira hondo y tranquilízate.
Y es que, si lo pensamos bien, no importa cuál sea la forma en la que haya actuado un niño, pues los adultos siempre tenemos mecanismos y capacidad para controlar nuestras reacciones al respecto y eso es lo importante. Es cierto que los padres tampoco pueden mantener el control o la empatía en su máximo nivel todo el tiempo, pero si prestamos la suficiente atención podremos descubrir que la mayoría de los dramas que se generan con los más pequeños pueden eliminarse aprendiendo a manejar nuestras propias emociones.
Los niños, en silencio, son muchas veces nuestros mejores maestros, aunque pensemos siempre que es el adulto el que educa al niño. Se caen, se levantan y vuelven a empezar con una sonrisa. ¿Por qué nosotros no les imitamos en esto a ellos? Al fin y al cabo, lo importante, es que crecer sea siempre sinónimo de aprender.