La importancia de validar y enseñar a expresar las emociones

Al nacer necesitamos sentir que el mundo es seguro para poder desarrollarnos y poder adquirir confianza en los demás. Del mismo modo, en nuestra infancia necesitamos saber que todo está en calma y que nuestras necesidades serán atendidas, suceda lo que suceda, pero a veces los adultos cometen determinados errores o no piensan en su papel con respecto a las emociones de sus hijos.

 

Emociones, los sentimientos más básicos de los humanos

Dentro de esas necesidades básicas emocionales de los humanos, y en particular de los niños, se encuentra también la necesidad de que nos amen tal y como somos, de que nos admiren, de que nos valoren, de que nos acaricien y nos traten de manera muy especial, de que nos tomen en serio…, y tener la seguridad de que no nos abandonarán jamás.

 

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En este sentido, son las emociones las que nos permiten comunicar nuestras necesidades al medio en que vivimos, identificándose nueve tipos principales. Estas emociones al parecer son  innatas y se manifiestan generalmente con determinadas expresiones faciales, pero a veces tienen dificultades para expresarse o para salir. Esto hace que cada niño nazca con estas expresiones grabadas en los músculos del rostro y por ello los seres humanos de todas las culturas pueden lograr identificarlas.

 

La importancia de guiar las emociones adecuadamente

Nuestras emociones, ya sean de ira, de miedo, de tristeza, de alegría, de vergüenza, de disgusto, de asco y/o de excitación…, son nuestras más grandes facultades y las poseemos para proveernos de nuestras necesidades básicas.

Por ejemplo, el bebé expresa su disgusto por la no satisfacción de algún deseo mediante el llanto y sus padres tratarán de discriminar lo que le está sucediendo y satisfacer en la medida de lo posible su demanda: de alimento, de compañía, de contacto corporal, de afecto, de calor, de intervención médica…etc.

Los padres le enseñarán también a postergar la satisfacción cuando no sea el momento adecuado y de esa forma irán transmitiendo las reglas de conducta a sus hijos. Pero, ¿qué errores pueden cometer los padres en ocasiones, aunque sea sin querer, con respecto a la validación de las emociones?

 

Errores que suelen cometerse en torno a las emociones

 

  • No tenerles en cuenta. Por ejemplo, no festejando el cumpleaños de un hijo o no dándole importancia, se le está inhibiendo la expresión de su alegría por haber nacido, es decir, impidiendo la validación de sus emociones más elementales.

 

  • No ser buenos ejemplos. Cuando no se les presentan modelos sanos para expresar sus emociones, un niño que ve a un adulto con un ataque de ira o rompiendo objetos, por ejemplo, quedará sumamente asustado frente a la violencia y fijará en su mente la idea de que manifestar ira es algo normal. Afortunadamente sabemos que una buena manera de encauzar nuestro enojo, cuando lo expresamos adecuadamente, sirve para defender nuestros intereses y poner límites, y esto es indispensable para enfrentar distintas situaciones de nuestra vida y para nuestra adaptación social.

 

  • Avergonzar por expresar emociones. Muchos niños son reprendidos o castigados con reprobación o desprecio por sentir miedo, por sentir vergüenza ante una persona desconocida o por manifestar asco frente a una comida, cuando posiblemente el organismo del niño, en estos casos, esté rechazando ese alimento por algún motivo valedero para su salud.

 

Todo esto quiere decir que, cuanto más temprano en el desarrollo del niño se inhibe una emoción, más grave es el daño que podemos causar a los más pequeños. Por eso estas primeras experiencias traumáticas pueden quedar fuertemente grabadas en el cerebro, porque están ligadas a situaciones de supervivencia al depender los niños exclusivamente de los adultos para ello.

 

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Debemos tener en cuenta que, en nuestra cultura occidental, se ha sobrestimado mucho la racionalidad en detrimento de lo emocional, tal vez por considerar que ser razonable es lo que constituye al ser humano como tal. Sin embargo, lo cierto es que sin emociones no viviríamos, pues son nuestra motivación innata, y sin ellas nada tendría sentido ni valdría la pena pensar ni construir proyectos o actividades pacíficamente humanas.

Si perdemos el contacto con nuestras emociones, corremos el riesgo de perder el contacto permanente con nuestras ganas de vivir y de transmitirles toda esa negatividad a los niños. ¡Evitemos que ocurra!

Autor: Jesús Falcón

Cofundador del Proyecto educativo Bosque de Fantasías, programador y desarrollador por excelencia, dedicado al mundo educativo y a su evolución.

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