La envidia no es cosa únicamente de adultos. Aunque a veces nos cueste admitirlo, los niños también la sienten. Y no es un signo de que “sean malos” ni algo que haya que reprimir a toda costa. Pues, como cualquier emoción, la envidia tiene un mensaje que merece ser escuchado, por eso la clave está en no ignorarla ni castigarla, sino en ayudar a los niños a entenderla, expresarla y transformarla.
Qué está diciendo un niño que siente envidia
Cuando un niño siente envidia, en realidad está diciendo: “Quisiera tener eso que tiene otro porque me haría sentir valioso”. Puede tratarse de la atención que recibe un hermano, un premio en clase o incluso la forma en que otro niño dibuja. No se trata solo de querer lo ajeno, sino de cómo perciben su lugar en el mundo. Y es ahí donde entramos los adultos: no para corregir, sino para acompañar.
Detrás de la envidia suele esconderse una autoestima frágil. No basta con decirle “no seas envidioso” o “tú también tienes cosas buenas”. Hay que ir un paso más allá, escuchando con empatía y validando lo que sienten. Y luego, sí, ofrecer herramientas para canalizar esa emoción de forma saludable.
Cómo se aprende a gestionar la envidia
Los niños no aprenden a regular sus emociones de forma automática, necesitan ser enseñados, y, para eso, necesitan ejemplos, experiencias y mucha paciencia. ¡Aquí van algunas ideas prácticas y emocionales para empezar!
- Hablar sin miedo de lo que sienten
Muchos niños no saben poner nombre a lo que les pasa. Podemos ayudarles preguntando: “¿Te dio rabia que tu amiga ganara ese premio?” o “¿Te hubiese gustado que a ti también te aplaudieran?”. Nombrar la emoción no la agrava; más bien, la alivia.
- Enseñar a mirar hacia dentro, no hacia fuera
La comparación constante desgasta. Ayudemos a los niños a reconocer sus propios logros, sin ponerlos en función de los demás. Frases como “te esforzaste mucho en este dibujo” valen más que decirles “eres mejor que…” o “mira cómo lo hizo tu hermana”.
- Sembrar gratitud desde lo cotidiano
Una dinámica sencilla como decir una cosa por la que estemos agradecidos al final del día, puede cambiar la perspectiva. Cuando los niños aprenden a enfocarse en lo que tienen, la envidia pierde fuerza.
- Poner la empatía en acción
Juegos de roles donde interpretan a otros niños o situaciones en las que tienen que ponerse en el lugar del otro, les ayudarán a desarrollar comprensión, a ponerse en los zapatos del otro y a desactivar el deseo de competir todo el tiempo.
- Cuidar cómo hablamos entre adultos
Los niños aprenden por observación y repetición. Si oyen constantemente críticas, comparaciones o desvalorizaciones entre adultos, lo asimilan como una forma natural de ver el mundo y luego se comportan de esa misma forma. Por eso, cuidar nuestras palabras es una forma de cuidarles también a ellos.
Y es que la envidia, bien mirada, es una oportunidad para enseñar algo valioso a los niños. También nos muestra qué le duele al niño, qué cree que le falta o dónde necesita sentirse visto. No es una señal de que sea malo, sino de que está creciendo.
Por ello es muy importante también ayudar a los más pequeños a comprenderla, pues esto es regalarles una herramienta para toda la vida, la de mirarse con compasión y aprender a brillar sin apagar a los demás.