La motivación es muy importante para el desarrollo académico de cualquier estudiante, pero esto, aunque hoy pueda sonar algo obvio, lo cierto es que no fue algo que importara mucho en generaciones pasadas. De hecho, la forma tradicional de enseñanza basada en las clases teóricas y en las evaluaciones hace mucho que se sabe errónea, pues puede llegar a puntuar mal a estudiantes que realmente son prometedores, acabando con sus anhelos de aprendizaje o con sus pasiones.
La historia nos brinda importantes ejemplos de esto, y de la importancia de revisar los métodos y de innovar, por lo que vamos a verlos a continuación.
Albert Einstein, el eterno mal estudiante
Dicen que Albert Einstein, uno de los científicos más importantes de todos los tiempos, no sacaba buenas notas cuando estudiaba en el instituto, algo por lo que llegarían a decirle que no conseguiría nunca nada en la vida. ¿A que esto suena increíble sabiendo lo que hoy sabemos sobre su figura?
Bien es cierto que el instituto al que Einstein acudió era muy estricto, siendo una tónica habitual en aquella época, o que eran centros educativos que no creían aún tanto en la importancia de la buena didáctica, como sucede hoy, por lo que debía ser muy difícil que los estudiantes alcanzasen algún tipo de motivación.
En cualquier caso, y a pesar de todas aquellas dificultades, Einstein siempre tuvo grandes inquietudes y curiosidades (aunque esto no importase mucho en las escuelas de antaño), lo que hizo que su familia siempre creyese en él, ofreciéndole esa motivación ausente en los centros educativos a través de piezas como una brújula o un taller para poder investigar y desarrollar sus ideas. Ideas que, más tarde, serían el germen de su “Teoría de la relatividad”, que supuso una auténtica revolución en el mundo de la física y de la ciencia en general.
Entonces, ¿cómo es posible que Einstein tuviera éxito en la ciencia a pesar de su fracaso estudiantil? Pues la respuesta la encontramos en el modo de enseñanza que imperaba entonces (y que en muchos casos llega hasta nuestros días) basado en la repetición constante y en la ausencia de clases prácticas. Un sistema clásico (el de la repetición de conocimientos, la memorización y la evaluación continua) que llegó a considerar a Einstein como a un futuro fracasado, siendo en realidad, y como se demostró con el paso del tiempo, un Premio Nobel que marcó el curso de la historia.
Es decir, que lo importante no es tanto lo que un profesor o un sistema educativo puedan llegar a enseñar, sino la forma en que se hace, pues la motivación de los estudiantes es vital para un desarrollo exitoso.
Steve Jobs, el entusiasmo y la tenacidad
Steve Jobs (el informático, empresario y diseñador de Apple) no pudo terminar su carrera universitaria cuando era joven por problemas económicos, pero sí que pasó largas temporadas trabajando dentro de un programa en el que los ingenieros ofrecían a los jóvenes estudiar computación y trabajar en sus propias ideas sin la presión de tener que superar evaluaciones de manera constante, es decir, de una forma mucho más atractiva para los jóvenes.
Fue aquel entusiasmo que Jobs tenía, sumado a su tenacidad, lo que le hizo continuar entonces con el desarrollo de sus ideas, a pesar de los fracasos y de las piedras que encontraría en el camino. Es decir, que lejos de rendirse, Steve Jobs siguió aprendiendo y trabajando con ilusión y esperanza, desarrollando finalmente unos dispositivos que cambiarían el mundo y nuestra forma de relacionarnos en él, así como un mundo llamado Pixar, que hoy forma parte de Disney y que ya ha marcado las vidas de niños y mayores con numerosísimos éxitos de animación.
Todas estas maravillas, sin embargo, no hubieran sido posibles si no hubiese existido gente que le ayudase fomentando la motivación y la creatividad, y haciendo posible que sus ganas no muriesen con su salida de la universidad. Pero no solo fue la ayuda que recibió, pues el espíritu de Jobs, lleno de tenacidad y de afán de superación, también lo hizo posible y no hubiera existido en un sistema que matase sus ganas e ilusiones.
Steve Jobs sabía que podía revolucionar el mundo de la informática desarrollando un nuevo concepto de computadora que ofreciera a los usuarios un entorno de trabajo más sencillo y agradable, y gracias a su idea se desarrollaron los actuales sistemas operativos, que permiten que cualquier persona pueda utilizar un ordenador sin haber estudiado informática, lo que jamás hubiera logrado sin confianza en sí mismo y ganas. Por eso, y al igual que Einstein, Jobs es uno de esos ejemplos que nos hablan de no darse nunca por vencidos, algo que también se debería enseñar sin duda en las escuelas, haciendo saber a los estudiantes que todo es posible a pesar de las dificultades, y que nadie es más “tonto” o menos válido que otro.
La importancia de enseñar de verdad, y no de dictar
Hasta nuestros días ha llegado la expresión de recibir como alumno “una clase magistral” en algún centro educativo, cuando lo que quería decir esta fórmula es que los estudiantes llegaban al aula para recibir a un profesor que comenzaría a hablar o a leer sobre diferentes materias, esperando que los alumnos copiasen en apuntes cada punto y coma de la lección y después memorizasen lo anotado para un futuro examen. Suena poco apetecible, ¿verdad?
Este sistema, afortunadamente, hoy en día apenas se lleva a cabo, pues sabemos que memorizar no ayuda a fijar realmente los contenidos y convierte en aburridas la mayoría de materias, alejándolas por completo del interés de los estudiantes. Porque lo importante, como venimos diciendo, no es tanto lo que se enseña sino la forma en que se hace, lo que sin duda requiere no solo de teoría, sino también de práctica. Utilizar los laboratorios en ciencias, experimentar con el arte, realizar debates para mejorar la forma de expresión de los alumnos…es decir, favorecer la mejora de los resultados apostando por contenidos innovadores, originales y diferentes que atraigan al alumnado, en lugar de espantarle y aburrirle por completo, pues todo estudiante tiene alguna inquietud aunque aún no lo sepa.
La transversalidad, la creatividad y la innovación son claves en esa revolución pedagógica que debe seguir avanzando, especialmente en estos tiempos en los que todo parece ser negativo para los jóvenes a nivel social, político y económico. La buena noticia es que hoy también disponemos de muchos medios y avances tecnológicos antes inexistentes, y en buena medida gracias a Jobs, por lo que encontrar nuevas ideas excelentes para aplicar en el aula puede ser mucho más sencillo que antaño y ya no hay excusas.
Sin duda, aún queda mucho por hacer, pero el resultado (como hemos visto en nuestros ilustres ejemplos) seguro que merecerá mucho la pena.