Los abuelos son parte imprescindible de nuestra vida y tener la suerte de haber compartido con ellos nuestra infancia y adolescencia es algo que atesoraremos siempre. Que su paciencia infinita, su eterna sonrisa y sus mimos sin fin nos acompañaran mientras crecíamos no tiene precio, y nos hace sin duda mejores personas.
En nuestra memoria está su delicada piel arrugada y sus divertidas historias. Con ellos aprendimos quizás a jugar a las cartas o a pegar un botón a la ropa, pequeños trucos de toda la vida y remedios caseros para el resfriado, a hacer ricos bizcochos, cómo cuidar las plantas… Pero, sobre todo, a ver la vida desde otra perspectiva, una más sabia y más generosa. Nos enseñaron cómo era la vida antes de que nosotros la conociéramos y esta es una invaluable lección que valoraremos a medida que vayan pasando los años.
Por eso los abuelos nunca se van del todo y siempre viven en nosotros. Su huella jamás desaparece, ya que se transforma en recuerdos que cada día que pasa crecen un poco más en nuestro interior.
Normalmente son la primera pérdida que sufrimos. Es muy importante estar cerca de nuestros hijos, ya sean niños o adolescentes, y cuando esto pase hablar con ellos de la muerte acudiendo a libros que nos guiarán en este tema si es necesario. Calma, sinceridad y mucho amor son la clave para ayudarles a enfrentar este momento, inevitablemente doloroso y de vacío.
VALORA EL AFECTO DE TUS ABUELOS
Hay que aprender a valorar enormemente el legado de afecto que nos dejan los abuelos. En un mundo en general frío y materialista, ellos nos muestran cómo regalar abrazos y a mirar con el amor más grande que existe. A dar sin esperar nada a cambio, a observar bichitos, soplar burbujas, contar nubes, explorar cajones de fotos, pasear sin rumbo, incluso a entender y conocer mejor a nuestros padres. Esa herencia la llevamos con nosotros y nos dará cobijo y calor cuando lo precisemos. En los momentos más duros de la vida recordar a nuestros abuelos, sus consejos y su especial manera de querernos, será un bálsamo.
Esas chocolatinas escondidas o dejarnos ver la tele hasta tarde, mentiras piadosas en las que éramos cómplices frente a nuestros padres y que se convertirán en anécdotas recurrentes cuando queramos sentirnos bien y, sobre todo, entender el comportamiento de nuestros propios hijos. A mi parecer podríamos imitar ciertas formas de actuar que nuestros abuelos tuvieron con nosotros con nuestros pequeños: ser pacientes, amorosos y unos grandes conversadores. Recordar como éramos cuando éramos niños nos hace mejores padres.
Ya veis, un abuelo deja rastro en sus nietos para siempre, forma parte de su carácter y hasta le ayuda sin querer a educar a sus hijos entre risas, juegos y cosquillas.
Fomenta que tus hijos tengan contacto con sus abuelos y no seas muy estricto con las normas. No te olvides de que lo divertido en esa relación es saltarse la rutina y déjalos ser muy felices juntos todo el tiempo que puedan.
5 julio, 2017
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