¿Qué tiene que ver volar una cometa con nuestros hijos?
Cuando volamos una cometa permanecemos, de alguna forma, conectados a ella y haciendo que vuele pero sin dejarla ir. Podemos sentir su voluntad de volar libre mientras tira y tira de la cuerda, y sentimos el poder del viento tirando en nuestra contra y cediendo al deseo de la cometa de volar y volar. “¡Déjame volar!”, parece decirnos la cometa y, sin embargo, no lo permitimos.
Es precisamente aquí donde las cometas se parecen a los hijos, que a medida que van creciendo quieren llevar a cabo sus deseos de libertad y somos nosotros, los padres, los que debemos mantenerles con los pies en la tierra de alguna manera, pero sin impedir que puedan sentirse libres pero seguros.
En este sentido, la cuerda de la cometa representa la necesidad de los niños de tener límites, recuerdos, tradiciones y valores significativos. La cometa, en cambio, representa la necesidad de nuestros niños de que creamos en ellos, de que fomentemos y apoyemos su imaginación y sus sueños, y que les hagamos crecer y llegar lo más alto que podamos.
¿Debemos dejarles volar entonces o no?
Sí, por supuesto. Los padres queremos que prueben cosas nuevas, que tengan aventuras, que extiendan sus alas y disfruten de una creciente y progresiva independencia, pero sin que nosotros les proporcionemos un ancla no podrán hacerlo. Por eso es tan importante que estemos siempre ahí, aun cuando piensen que no nos necesitan.
Nosotros, los padres, somos el ancla de nuestros peques y por ello debemos sostener la cuerda de su cometa. Los niños desean volar y, a medida que crecen, pueden llegar a sentir ciertos resentimientos al ver que sostenemos “su cuerda”, pero necesitan que lo hagamos, nos necesitan. Porque… ¿qué pasaría si dejásemos ir la cuerda? Pues que (y siguiendo con el símil de la cometa) ésta parecería volar durante un pequeño lapso de tiempo, y después se daría de bruces contra el suelo, y es que una cometa necesita, necesariamente, que alguien tire de su cuerda para poder disfrutar de su libertad.
Sin el ancla, la cometa no puede volar.
Del mismo modo los niños, mientras crecen, luchan contra nosotros y tienden a mostrar sus quejas por el establecimiento de límites y de normas, pero lo cierto es que nuestro ancla les permite estar conectados a la tierra, al mundo real. Un ancla fuerte proporciona esa seguridad y esa estabilidad que necesitan para poder volar, aunque sean muy jóvenes para entenderlo.