De la neuroeducación ya hay varias cosas que se están aprendiendo, y una de las más significativas es cómo la emoción de un profesor por lo que enseña puede influir positivamente sobre la curiosidad de los alumnos. Sin embargo, la otra forma de verlo también es cierta, esa de que las emociones negativas se pueden transmitir de igual forma generando consecuencias. De las malas experiencias emocionales vividas con los profesores el estudiante puede experimentar un rechazo hacia el aprendizaje, por ejemplo, lo que debería hacernos reflexionar sobre la importancia de trabajar en el control y en la gestión de las emociones a nivel personal.
Veamos a continuación algunos datos más sobre lo que la neuroeducación nos dice sobre este tema.
¿Cuál es la conexión entre la emoción y el aprendizaje?
Las emociones positivas asociadas a momentos claves del aprendizaje contribuyen a que el ser humano se motive y aprenda. Además, el aprendizaje queda grabado en la memoria con recuerdos positivos, lo que también contribuye a despertar la curiosidad y las ganas de seguir aprendiendo. De igual forma, las experiencias negativas grabadas con algún aprendizaje específico pueden ser contraproducentes, ya que la persona no deseará saber más al respecto deteniendo su aprendizaje. Y es que es de esta forma como se hace una construcción neuronal. En este punto es importante anotar que, el hecho de enseñar antes de tiempo, puede causar sufrimiento en un niño/a y, de esta forma, detener su aprendizaje en una etapa temprana de su vida sin querer.
Pero, afortunadamente, existen algunas herramientas que los profesores pueden aprender para llevar al aula y de esta forma contribuir al aprendizaje masivo de los niños sin que las emociones afecten negativamente o que ayuden a mitigar aquellas que no se puedan frenar. ¿Quieres conocerlas?
Herramientas para fomentar el deseo de aprender
- Abrirse al humor
Las risas y la alegría en el aula contribuyen a que los niños liberen estrés y, de esta forma, se abran al aprendizaje y se despierte su curiosidad. Además, el buen humor permite que los niños puedan acercarse al aprendizaje de una forma más directa y activa, asumiendo que la escuela es un lugar donde sentirse bien.
- Incentivar la sociabilidad
La ausencia de la sociabilidad en un niño aparentemente normal puede estar relacionada con problemas de salud mental o incluso con determinados problemas físicos, pero no siempre, y a veces solo se trata de falta de herramientas o de métodos válidos para todo tipo de perfiles y personalidades. Por eso diseñar actividades que se realicen en equipo es muy positivo para los niños, ya que les permite desarrollar habilidades tan importantes para la vida como la empatía, la cohesión social o el trabajo en equipo, y especialmente en aquellos niños que tengan problemas de timidez o de baja autoestima.
- Diseñar aprendizajes con juegos
Está demostrado que el juego estimula el aprendizaje, ya que las personas se ríen, comparten, están de buen humor y, por lo tanto, más abiertas al hecho de aprender cosas nuevas. En este sentido, introducir “pautas activas” en la escuela en las que se introduzca también el ejercicio o el juego, son técnicas infalibles para conseguir la relajación, para desconectar, y para conectar y canalizar las emociones.
- La relajación
Introducir la relajación en el aula es algo clave en nuestros días, y experiencias como la llamada “técnica de la conciencia plena o mindfulness”, han demostrado mejorar los procesos de aprendizaje y la plasticidad cerebral, por lo que pueden ser muy buenas alternativas.
- Experimentar con la música
Uno de los principales beneficios de la música es que relaja y que mejora el estado anímico. Por eso se recomienda utilizar la música en contextos difíciles de aprendizaje, como por ejemplo cuando nos encontremos ante niños con problemas de déficit de atención.