El desarrollo de las habilidades sociales es fundamental en la infancia, ya que constituye el pilar necesario que el día de mañana el niño necesitará para poder relacionarse sin mayores problemas con su entorno. Algo que parece evidente, puede dejar de serlo cuando unos padres o familiares tienen que enfrentarse a un niño tímido.
El desarrollo de la timidez suele ser algo normal y habitual y suele relacionarse con el grado de relaciones interpersonales que los niños hayan tenido desde el nacimiento. En este sentido, un niño que con apenas un año o menos vaya a la guardería, es probable que tenga menos posibilidades de mostrarse tímido en sociedad que otro niño que apenas tenga contacto social más allá de su casa antes de ir a colegio con unos tres o cuatro años.
Sin embargo, esto no implica que el primer tipo de niños no vayan a ser tímidos o que lo vayan a ser los segundos, ya que la timidez también puede depender de otros factores. Que un niño vaya a la guardería y tenga muy buena relación con sus compañeros en ella no significa que no pueda mostrarse tímido con otras personas, ya que lo normal es que la timidez se produzca con gente desconocida o poco habitual en el entorno cotidiano del niño.
¿Qué pueden hacer los padres para acabar con esa timidez?
En primer lugar no darle más importancia de la debida, ya que en torno a los dos años es bastante frecuente que los niños se muestren tímidos en alguna ocasión. A esta edad los niños comienzan a ser conscientes de la observación y de las relaciones con los demás y lo que muchas veces implican, como por ejemplo el ser juzgados por otros. El simple hecho de que un niño sea rechazado por otros en un parque a la hora de jugar, o que los padres le regañen en público por alguna travesura, puede ser motivo más que suficiente para sentir la temida y dichosa vergüenza.
Para acabar con estas situaciones lo verdaderamente importante es dotar a los niños de herramientas para poder enfrentarse a sus miedos, o para poder relacionarse con las personas sin mayor dificultad. Dar confianza y todo nuestro apoyo a un niño puede marcar la diferencia y hacerle comprender que el hecho de que en ocasiones podamos ser rechazados, no tiene que conducirnos a la ira ni al enfado, por poner un ejemplo.
Si ayudamos a entender este tipo de situaciones a los niños sí que habremos ganado una batalla que es, nada más y nada menos, la que puede evitar que la timidez se alargue en el tiempo conduciendo a la falta de valores y a la falta de autoestima y de confianza en uno mismo. Actitudes y sentimientos que, con el paso del tiempo, sí podrían convertirse en una verdadera carga social y emocional para los niños y su familia.