Cuando era pequeña quería un coche teledirigido y me tuve que conformar jugando con los que le regalaban a mi hermano. Mientras crecía pensaba que íbamos avanzando en este tema, que cada día desaparecería un poco más la brecha entre las secciones de niño y de niña en las jugueterías, pero para mi asombro no ha sido así. El pasillo de princesas es cada vez más infinito, de un rosa cada vez más estridente, y el de los niños crece a igual ritmo que se estrenan las películas de superhéroes, o sea, demasiado rápido.
Si estás leyendo esto es porque te preocupa la infancia y su educación. A lo mejor piensas también que no hay educación correcta si no hay libertad y respeto. Que no avanzaremos si no elegimos libremente. Que no se trata de que las niñas no tengan muñecas o los niños no quieran ser Batman, sino de que compartan a Batman y a la Mujer Maravilla mientras van haciendo una casita donde ambos cuiden a los muñecos, cocinen, limpien y planchen juntos. Y que salgan al jardín a jugar un partido de fútbol mixto o a hacer carreras en bici. Y acaben sentados decidiendo cómo van a pintar las paredes: azul, naranja, rosa y amarillo puede ser una buena combinación. Entonces ella, en ese momento, dice que quiere ser médico y él, no sé, profesor.
Esto que acabo de describir es un juego, pero el juego de hoy es la realidad de mañana. Los niños de hoy decidirán el mundo del futuro, así que si nos olvidamos del género que nos quieren vender en los juguetes y regalamos inteligencia, motivación, vivencias y lo que realmente el niño desee, estaremos construyendo un futuro más justo para todos.
Estas son las razones por las que debemos olvidarnos del género en los juguetes:
Fomentar la igualdad
Tenemos diferencias físicas pero compartimos inquietudes y necesidades emocionales. No sigamos perpetuando roles que ya no tienen razón de ser: “las niñas cuidan bebés y limpian su casa. Los niños investigan y les gusta la velocidad” suena demasiado anticuado. Fomentemos la igualdad y el respeto para que el mundo sea más justo y todos tengan derecho a todo, sintiéndose capaces sin pensar en si son hombres o mujeres.
Respetar los gustos del niño
Si tu hijo quiere vestir y desvestir a sus muñecos es posible que de mayor sea un buen padre. Si cocina en “su restaurante”, cómete lo que prepare y elogia su imaginación; además llévatelo a la cocina para que haga sus pinitos con comida de verdad. Y si tu hija vive trepada a los árboles y no le hace mucho caso a la Barbie, mejor cómprale pantalones cómodos y resistentes y quizás apúntala a un deporte que le guste. Respeta sus deseos sean cuales sean, es para lo que realmente están hechos.
No limitar su conocimiento
Probar, intentar, comparar. Deja que tus hijos experimenten con lo que tengan a mano. Los juguetes de los otros niños o de sus hermanos. Que cambien los papeles y se sorprendan disfrutando de otra forma. El niño que no para de correr por el parque toda la tarde, de repente un día se detiene y se une al grupo que juega a las tienditas en un rincón. De esta forma descubre que correr le emociona pero que tener una tienda con piedras que son frutas es también muy divertido. Y ese día se acuesta un poquito más feliz.
Educar personas libres y creativas
Cuando un niño no está limitado en su casa por colores o tipos de juegos, crece libre y relajado para expresarse como quiera en cada momento. Eso hace que su imaginación fluya sin preocupaciones ni barreras que lo condicionen, dándose la situación ideal para inventar prodigios de los que estamos tan faltos y hasta, quién sabe, cambiar el mundo. ¿Por qué no?