4 pautas para enseñar al niño a relajarse

Hace poco hablamos sobre la importancia de que el niño aprenda a relajarse y los múltiples beneficios que esto tenía sobre su salud y su carácter. Hoy vamos a ver varias técnicas para que aprenda a relajarse cuando lo necesite. Él mismo relacionará la relajación con el bienestar y cuando vea que al estar en armonía recupera el control que creía perdido, lo convertirá en algo recurrente en su vida.

Estos ejercicios que explicamos a continuación se recomiendan a partir de los 5 años pero no está de más intentar hacerlos con ellos desde más pequeños, pues aunque no los realicen completos o no se lo tomen muy en serio, sí perciben el descanso y lo van tomando como una rutina muy agradable.

Primero que nada debemos estar tranquilos cuando vayamos a practicar con el niño los ejercicios. Es muy fácil transmitirle al pequeño nuestro estado de ánimo y es imprescindible que este sea lo más sereno posible. No hay que presionarlos si no desean hacerlo, tiene que ser una actividad voluntaria, no impuesta. Sí podemos explicarla como un juego y poner música suave, evitar los ruidos y las interrupciones. Crear un espacio cómodo y ponernos ropa ligera que permita el libre movimiento.

Ya podemos empezar:

 

Respiración

Lo más importante de todo, y lo que podrá usar en cualquier situación que lo requiera. Inspirar y expirar despacio, siendo consciente del aire que entra y que sale. Intentar que visualice ese aire poniéndole color, entra naranja en el cuerpo, sale azul, por ejemplo. Eso le ayudará a concentrarse y a respirar pausado.  Luego podemos ir contando con él mientras respira para que logre hacerlo relajadamente. De inmediato notará paz y se irá ralentizando su ritmo.

 

Contracción-distensión

Consiste en contraer y relajar cada grupo de músculos. Es conveniente usar la imaginación para que consiga hacerlo. Proponemos para manos y brazos hacer que expriman un limón y lo suelten; para brazos, hombros y piernas, intentar agarrar las ramas de un árbol; para el cuello y hombros esconder la cabeza como tortuga y sacarla; para la cara y mandíbula decir exageradamente las letras U, X, O y hacer que mascamos un  chicle imaginario; para la cara y nariz ponemos caras de forma exagerada, tensando y relajando;  para pecho y pulmones respirar inflándonos como un globo que luego se deshincha; para el estómago, lo ponemos duro pensando que nos lanzan una pelota directa a la barriga y con las piernas podemos tensarlas imaginando que se nos pone encima un oso ( o lo que le llame la atención al niño), y hay que levantarlo.

Todo esto lo repetimos varias veces hasta que el cuerpo libere la tensión.

 

Balanceo

Ahora toca balancear como columpio cada parte del cuerpo notando como pesan y se desprenden.

 

Pensar en positivo

Y toca terminar haciendo que el niño visualice algo que le haga feliz, le traiga buenos recuerdos, le motive o le guste mucho. Un pensamiento positivo en el que se vea y sonría. Lo disfrutamos unos minutos y muy poco a poco abrimos los ojos, nos estiramos y vamos incorporándonos ahora ya mucho más relajados.

Autor: Carolina Cuello

Escribo desde siempre, por trabajo y por placer. Creo que la palabra escrita puede cambiar el interior de las personas y es en lo que pienso cuando redacto un nuevo artículo. Más información

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