El valor de los cuentos clásicos

¿Son crueles los cuentos clásicos?

En la actualidad vivimos un revulsivo de la pedagogía educativa y este hecho hace que se busquen, sin duda, y con exceso un tanto artificial, determinados valores considerados positivos para el desarrollo de la infancia en los cuentos infantiles. Esta corriente tiende a evitar un vocabulario complicado en las historias para niños, así como argumentos enrevesados o con finales tristes.

Este hecho aleja por completo a los cuentos clásicos de autores como Charles Perrault o los Hermanos Grimm. Aunque pertenecientes a siglos muy diferentes (siglo XVII y XVIII respectivamente), todos ellos trabajaron en torno a una infancia que en nada se le parece al concepto de infancia de nuestra actualidad, ya que este último no comenzaría a desarrollarse hasta el siglo XIX con la revolución industrial y la lucha de los derechos laborales. Recordemos que aún en el siglo XIX se consideraba normal y necesario que los niños colaborasen en las tareas de labor junto a los adultos, y ni qué decir tiene en los siglos precedentes.

No existía, en consecuencia, toda la atención, los mimos, y caprichos que ahora se otorgan a los más pequeños. Recordemos el cuento de La cerillera, de Andersen, y su fin terriblemente amargo, reflejo de la dura situación de vida que llegaron a experimentar y a sufrir millones de niños en el pasado.

La importancia del contexto

Por todo esto, resulta esencial que a la hora de valorar un cuento, o cualquier tipo de obra literaria o acontecimiento histórico, tengamos presente el contexto en el que se desarrollaron para evitar reflexiones vehementes y mal argumentadas. Teniendo esto presente, seguramente podremos volver a releer todos los cuentos clásicos, y llegar a conclusiones mucho más acertadas y próximas a la postura de sus escritores en el momento de escribirlos, como por ejemplo, de qué forma Caperucita Roja enseñaba que para alcanzar la felicidad no se debe procurar siempre el camino más corto, o que un niño siempre debe desconfiar de personas extrañas y excesivamente amables por los peligros que esto podría conllevar. Visto de esta forma, lograríamos ver en dichos escritores clásicos a auténticos defensores del niño en épocas en las cuales pocas personas les tenían en consideración, así como a grandes filósofos sociales.

Han llegado a publicarse artículos procurando escandalizar, a estas alturas, en torno a la crueldad aparentemente existente en los cuentos de Charles Perrault y del resto de autores clásicos, aplaudiendo a la factoría Disney por la hazaña de edulcorarlos y convertirlos en “aptos” para nuestros niños de hoy. Sería bueno pulir nuestro pensamiento crítico y darnos cuenta de que, edulcorar sin límites la vida de los niños, nos aleja a todos de la realidad.

Autor: Jesús Falcón

Cofundador del Proyecto educativo Bosque de Fantasías, programador y desarrollador por excelencia, dedicado al mundo educativo y a su evolución.

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