Formar una familia y tener hijos no es fácil, pero criar hijos adolescentes puede acarrear aún más desafíos todavía que los propios recién nacidos, y esto se debe a que la adolescencia es una etapa crítica de crecimiento emocional, social y físico. Durante esta etapa, los adolescentes experimentan una variedad de cambios a los que los adultos generalmente no están acostumbrados (generalmente porque tendemos a olvidar la experiencia propia), y esto termina produciendo numerosos conflictos.
Y es que la adolescencia es una etapa de desarrollo de alta carga emocional y a veces turbulenta, y eso es algo que terminan sufriendo no solo los propios jóvenes, sino también sus padres y demás familiares.
A medida que los niños pequeños crecen, los padres pueden experimentar una sensación de cierta vulnerabilidad y preocupación por lo que les depara el futuro, sobre todo porque, cuando los niños dejan de ser pequeños, se tiene menos energía y control sobre el entorno inmediato. Sin embargo, esto a su vez significa que los padres tienen la oportunidad de guiar a sus hijos con mayor seguridad, dada la experiencia previa de la crianza, pudiendo proveer a sus hijos de estructura, límites y de un entorno consistente.
Pero cuando esos niños se convierten en adolescentes, muchas de esas estructuras construidas colapsan, y los hijos comienzan a desarrollar su propia identidad y hábitos personales, al margen de sus padres, que a la larga les permitirán el establecimiento de su propia identidad e independencia.
Los padres deben ayudar a sus hijos adolescentes a tomar buenas decisiones
Los padres juegan un papel extremadamente importante en la vida de sus hijos adolescentes, puesto que ellos deben ayudarles a tomar buenas decisiones, entre muchas otras cosas. Y esto no es solo dar consejos, ya que, como adultos experimentados y llenos de vivencias y madurez, los padres deben inspirar y dar ejemplo cada día.
Tener unos padres que, además de buenos padres sean buenos consejeros,puede ayudar tremendamente a los adolescentes a tomar buenas decisiones que afectarán, sin duda, al curso de sus vidas a largo plazo, pero esto es algo que no será fácil, puesto que los adolescentes muchas veces ni siquiera se dejan aconsejar. Para poder llevar esta tarea a cabo, deberemos desarrollar al máximo la confianza y la buena comunicación en casa, pasando todo el tiempo suficiente hablando con los hijos y estando siempre disponibles.
Esta es la base para una comunicación abierta y honesta entre el adolescente y sus padres, y puede permitir a estos últimos el tener conversaciones y conocimientos más profundos sobre sus hijos adolescentes. Las conversaciones entre padres e hijos adolescentes permiten también saber a los hijos que hay personas muy cercanas en las que se puede confiar, y que serán una ayuda inestimable para cualquier momento y decisión de sus vidas.
Es más fácil criar a un niño pequeño que a un adolescente
Los problemas relacionados con la adolescencia pueden ser complicados y confusos para aquellos padres con poca experiencia, y tal vez esa sea la razón por la que muchos consideran que es más fácil criar a un niño pequeño que a un adolescente. Los niños pequeños pueden ser exigentes y muy inquietos, pero por lo general responden positivamente a las reglas de sus padres. Es decir, que aunque a veces intenten ser rebeldes para afirmarse, terminan cediendo con bastante facilidad, pues no les gusta ver tristes a sus padres.
Los adolescentes, en cambio, suelen presionar mucho más por esa necesidad de querer ser independientes, pudiendo discutir y pelear sin ninguna preocupación aparente por las reglas o los sentimientos de sus progenitores. De este modo, es frecuente que puedan mentir, escabullirse a algún lugar sin permiso o rebelarse prácticamente en todos los sentidos. Evidentemente, para los padres esto puede ser aterrador, por lo que estarán constantemente preocupados por lo que puedan hacer sus hijos llegados a esta etapa.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que no se trata de que los adolescentes no quieran a sus padres o que sean malos, sino que no consiguen encontrar su sitio en un momento vital de plena confusión, que les hará dudar de todo y a menudo sin razón. Volver al pasado y recordar las experiencias propias, puede ser en este punto de gran utilidad para los padres.
La búsqueda infinita de la propia identidad independiente
Cuando los adolescentes empiezan a pasar de la niñez a la edad adulta, es importante que aprendan a comprender su identidad y a desarrollar su propia individualidad. Para desarrollar una identidad independiente, los adolescentes deben ser conscientes de las influencias externas y contar con ellas, como por ejemplo con una familia con la que se compartan cosas y se converse, así como con amigos, otros familiares o compañeros de escuela.
Todas esas influencias son las que determinarán cómo se perciben a sí mismos, definiendo límites también para mantener esa identidad propia tan necesaria. Y es que, al defender una posición, tomar decisiones o mantener una postura determinada, los adolescentes pueden integrar todas esas influencias y a la vez desarrollar su propia individualidad de manera sana y eficaz.
Además, a medida que los adolescentes desarrollen su propia personalidad, es importante que hagan también uso de la autodefensa para estructurar su propia opinión, lo que puede significar el tomarse el tiempo necesario para pensar acerca de un tema o elevar el nivel de un debate o discusión, evitar caer en la presión de sus iguales o en las altas expectativas de la sociedad para no sentirse nunca bajo la sombra de los demás o sometidos por presiones externas.
La presencia constante y amable de los padres será fundamental en todo este proceso de redescubrimiento y madurez, así como la educación consolidada que hayan desarrollado con sus hijos desde el inicio hasta la llegada de la adolescencia, pues también determinará de manera notable la manera de pensar y de actuar de los jóvenes, por encima, incluso, de cualquier influencia externa o amenazante que pueda llegar a haber. Y es que al final, con comprensión, paciencia, comunicación y amor, no hay vuelo que una familia no pueda pilotar.