Aunque pueda parecer que no comenzamos a tomar decisiones hasta una edad bien avanzada de la infancia, lo cierto es que deberíamos dedicarnos a orientar a nuestros hijos en la toma de decisiones desde sus primeros años de vida. No se trata, claro está, de depositar ya en niños de dos años decisiones que impliquen un gran peso sobre sus pequeños hombros o plantearles situaciones que ni siquiera entiendan. Educar con respecto a la toma de decisiones tiene que ser un proceso gradual y progresivo en el tiempo, planteándose situaciones cada vez más complejas y de mayor responsabilidad conforme pase el tiempo.
Resulta fundamental, para educar bien en la toma de decisiones, la libertad. Esto quiere decir que debemos dejar que los niños experimenten y tomen sus propias decisiones, ya que esto les hará acertar y equivocarse, y asumir también las consecuencias. Lógicamente, las primeras decisiones que les dejemos tomar deben ser de pequeña importancia, tales como qué ropa quieren ponerse para ir a la calle o al cole, qué querrían hacer en el día de su cumpleaños, si quieren pasar el fin de semana con sus abuelos o sus tíos, si quieren o no ir al parque…etc.
Es preciso hacerles entender que casi todas las decisiones que tomamos en la vida, por insignificantes que puedan parecer, suelen tener consecuencias ya sean positivas o negativas, y que debemos pensar en ello a la hora de decidirnos, sopesando las posibilidades y aceptando lo que pueda suceder una vez tomada la decisión.
Decidir es vivir
Tomar decisiones es bonito. Nos hace pensar sobre aquello que queremos o que necesitamos, sobre aquello que sería mejor para nosotros y para los nuestros, sobre aquello que nos hace felices o sobre todos aquellos sueños que nos gustaría cumplir. Y en función de todo eso vamos avanzando por el camino de la vida a través de un sendero u otro.
Los niños saben muy bien desde pequeños que la toma de decisiones existe y lo llegan a ver, incluso, en algunos de sus personajes de cuento favoritos, como Caperucita. Por eso es muy importante hacerles partícipes de su propia vida, evitando la costumbre de decidir absolutamente todo por ellos.
La toma de decisiones es vital para poder crecer libres y con autonomía, y para no desarrollar personalidades dependientes, retraídas o apocadas al miedo, a la inacción o al fracaso. De todos es sabido que, ser capaces de tomar decisiones no implica que éstas nos vayan a conducir al éxito o a aquello que buscamos, pero de nosotros dependerá enmendar la situación y reflexionar para futuras ocasiones, con responsabilidad, espíritu crítico y ánimo positivo.
¡Decidir es vivir!
10 octubre, 2019
Buen referente para diseñar experiencias en educación infantil.