Los buenos padres no se resignan a ser testigos de lo que entra por los ojos y los oídos de sus hijos. Intentan reforzar o rectificar dicho contenido con diversos medios a su alcance.
Medios diferentes que pueden ayudar
- Conversaciones y diálogos en los que se emiten juicios de valor que fomentan la reflexión y el desahogo de los hijos.
- Lecturas dirigidas, adecuadas a la edad y a los objetivos generales y particulares que se intentan promover en el hijo.
- Contactos con personas adecuadas, entre las que son de primordial importancia los profesores y los cuidadores.
- Ofrecimiento de experiencias dirigidas y adaptadas a los hijos, que hacen posible descubrir conscientemente mejores perspectivas y valores.
- Realización de críticas, directas o indirectas, que los hijos asimilan con sencillez por apoyarse dichas críticas en argumentos claros y objetivos.
Los niños necesitan a los padres para pensar correctamente. Al terminar la infancia todavía no poseen capacidades autónomas y buscan el apoyo ideológico de los mayores, a los cuales admiran por su capacidad de reflexión y sus habilidades dialécticas.
Lo último que pueden hacer los padres es desentenderse de sus hijos y abandonarlos al torbellino de ideas y experiencias presentes en su entorno y que pueden llegar hasta ellos. Sin la ayuda de los mayores los hijos son víctimas indefensas. Con la compañía familiar y sus influencias sanas, surgen alientos en la lucha contra la adquisición de valores erróneos.
Pero, para ayudar a sus hijos, los padres deben superar por su parte algunas fuertes tentaciones que les amenazan. Entre éstas citamos:
- Los complejos de inferioridad que les llevan a considerarse culturalmente poco preparados para su función orientadora.
- La tendencia a la comodidad, haciéndose consumidores irreflexivos de ideologías ajenas.
- La tendencia a juzgar con autosuficiencia todas las influencias exteriores, aunque carezcan de datos para valorarlas.
- Los temores alarmistas que inclinan a ver obstáculos y riesgos en todos los elementos exteriores desconocidos y que pueden llegar a interferir en las vidas de sus hijos.
- La ingenuidad que acepta como buena cualquier idea por el hecho de provenir de personas dotadas de benevolencia y admiración.
Si todas las edades son importantes para influir en la mente infantil, la que coincide con la infancia superior es más importante. Es entonces cuando surgen los valores definitivos y cuando es preciso prevenir desviaciones que puedan acarrear peligrosos resultados.