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4 maneras de hacer que los niños se sientan queridos

Si existe una fuerza sobrenatural que puede con todo es sin duda el amor. El amor transforma a las personas, las hace crecer, les da la fuerza que necesitan. Es el fertilizante de la vida. Y si es un niño el que se siente querido, créanme, podrá conseguir lo que se proponga en la vida.

El amor es el motor y también la gasolina. Es la energía poderosa que derriba muros y hace crecer flores en el desierto. Un niño querido es el futuro en letras gigantes.

Rodeando de amor a nuestros pequeños estaremos haciéndolos fuertes y seguros. Capaces de luchar por lo que quieren. Dándoles valor para cuestionar lo que no les parece justo y desafiar los miedos más irracionales. Haremos también que tengan iniciativa e ilusión. Y lo más importante, si se caen en el camino, que es ley de vida que lo harán, sabrán levantarse, sacudirse el polvo y seguir adelante.

Pero, ¿qué podemos hacer para que se sientan queridos?  Pues hay muchas maneras, y algunas que seguro ni te habías planteado. ¡No esperes para ponerlas en práctica!

4 formas de hacer que los niños se sientan muy queridos

 

Abrazos, besos, chocar las manos, una palmada en el hombro, acariciarle la cabecita… Que note siempre que estás ahí con él. Tu calor es la mejor medicina, la que le hará sentir que el mundo es un lugar acogedor.

Escúchale y ten en cuenta su opinión. Enséñale a contrastarla con la tuya y la de los demás. Aprenderá a ser crítico de forma constructiva. No desprecies su gustos, es más, escucha su canción favorita con amor, ve con él la película que tanto le gusta o interésate por sus cosas. No te tienen por qué encantar, pero el hecho de acercarte a su mundo le hará ver que te importa y lo valorará.

 

Juega, lee, charla, pasea, dibuja, escúchale o simplemente túmbate a su lado a ver las nubes. El tiempo que pases con tu hijo no volverá y él lo recordará toda la vida. Si por trabajo u otras ocupaciones no puede ser todo el que quisieras, haz que el poco que puedas sea de calidad y dedícate a él en exclusiva. Deja el teléfono móvil lejos y olvídate de las preocupaciones cotidianas. En esa media hora, o una hora con tu hijo, déjate querer y quiérelo. Ríete y ponte a su altura. Vuelve a ser un niño con él. ¡Será como un bálsamo!

 

 

Los niños te dan su confianza sin preguntar, y si no los juzgas, la tendrás para siempre. Ojalá comparta contigo sus inquietudes y miedos para que puedas ayudarle si lo necesita, animándolo, poniéndote en su lugar y haciéndole saber que la fuerza que precisa para derrotar a los monstruos la tiene dentro, muy cerquita del corazón, y que se llama amor y se alimenta de abrazos de oso muy apretados.