Asumir la responsabilidad de los propios errores es muy importante, pero también una habilidad muy difícil que muchas personas adultas no tienen. Esta habilidad es de gran utilidad, ya que permite a una persona aprender de los errores cometidos y mejorar en el futuro.
A una persona adulta que en todos sus fracasos culpe a otros, se la suele definir como una persona “infantil”, es decir, que es como un niño que no ha aprendido a comportarse aún y no tiene todavía responsabilidad sobre sus actos y sus consecuencias.
¿Por qué los niños aprenden de manera rápida y sencilla a echar la culpa de sus propias travesuras a los demás? “Ella me golpeó”, “él empezó”, “no hice nada porque estaba distraído”…, frases que todos los padres habrán escuchado alguna vez. El primer punto importante es que para admitir la culpabilidad se necesita mucho valor y un carácter maduro, algo que no todos los niños tienen. Estas cualidades deben ser inculcadas en los hijos con la adecuada educación, por lo que el principal papel de esta enseñanza pertenece a los padres.
Pasos a seguir como padres
- No potenciar la transferencia de la responsabilidad
La primera cosa que debemos hacer es dejar de animar y apoyar a los niños con la justificación que hayan dado. Si un niño ve que con ayuda de una mentira puede eximirse de la culpa, hará todo lo posible para potenciar esa habilidad. Por otro lado, el simple hecho de castigarlo por su mala conducta dará lugar a que el niño decida mejor ocultarlo. Por lo tanto, es necesario no solo hacerle ver al niño que ha tenido una mala conducta, sino también alabar su honestidad por decir la verdad. Si vemos que el niño reconoce de inmediato su error y quiere solucionarlo, el castigo puede y debe ser mitigado.
- Servir como ejemplo
No podemos hacer que el niño asuma la propia responsabilidad de sus actos si no tiene un buen ejemplo de sus padres. Si ve que su padre comete errores y siempre culpa a otra persona, entonces el niño hará lo mismo a pesar de todas las explicaciones que le hayamos dado sobre la honestidad y la sinceridad. Por tanto, no debemos tener miedo de admitir nuestros errores delante de nuestros hijos, ya que de esa manera se podrá dar cuenta de que no hay nada vergonzoso en reconocer que nos hemos equivocado.
- Premiarle por sus “lecciones aprendidas”
De los errores se aprende, pero primeramente hay que admitir que hemos cometido el error y que no vuelva a suceder en el futuro. Por tanto, debemos tener en cuenta que si un niño asume la responsabilidad de un error, y luego vuelve a repetir el mismo error en otras ocasiones, no deberemos premiarle.