La disciplina es probablemente el mayor desafío para los padres y requiere de mucha perseverancia. Sin embargo, los esfuerzos que hacemos cuando nuestros hijos son pequeños valen la pena, pues cuando se conviertan en adolescentes serán más fácil de cumplir. Todos somos conscientes de que la disciplina, si se aplica y respeta adecuadamente, puede hacer que los niños se comporten correctamente dentro de la propia familia, pero también en la sociedad.
Pero cuando hablamos de disciplina hablamos también de castigos y de recompensas, ¿sabes cómo utilizarlas adecuadamente?
Cómo trabajar con castigos y recompensas adecuadamente
Cuando no es posible asociar un castigo directamente con el acto que se haya cometido, se puede usar lo que se conoce como retiro del privilegio, siempre y cuando “esta privación” esté limitada en el tiempo.
Otro punto importante a tener en cuenta es que los retiros de privilegios nunca deben ser castigos emocionales, es decir, que privar a un niño de los momentos emocionales beneficiosos, como por ejemplo ir a visitar a los abuelos, no puede ser nunca una opción. No prives a tus hijos de contar cuentos en la cama, de visitar a los tíos, de jugar al aire libre o de disfrutar de un juego de mesa con el resto de la familia. En resumen, no elimines esos momentos que normalmente te permiten alimentar una hermosa relación con los más pequeños o fortalecer tu vínculo de apego y complicidad.
Cuando en lugar de castigo o recompensa hablamos de reparación, nos referimos a una consecuencia directamente relacionada con el gesto cometido y con la necesidad de resarcirlo: ordenar los libros, pedir disculpas a un amigo después de haberle empujado, abrazar a una hermana pequeña después de una falta de amabilidad… Cuando esa “reparación” se lleve a cabo, es importante poner fin al castigo para que el niño pueda seguir adelante con la lección aprendida.
Este método permite a los niños corregir los errores de una manera positiva preservando al mismo tiempo la autoestima, y el mensaje que se les envía es el siguiente: “Cometiste un error (lo cual es normal, ya que estás aprendiendo) y ahora lo corriges y tratas de no hacerlo de nuevo”.
También es importante no caer en el mal uso de las consecuencias, o de lo contrario perderán su efecto, con lo que los niños pueden volverse “inmunes”. Siempre debemos darles un margen de maniobra adaptado a su grupo de edad y a su nivel de autonomía.
Métodos de intervención a evitar para una buena disciplina
Los castigos y las recompensas deben utilizarse bien, y no de forma arbitraria, ni revanchista, ni severa. Por eso es fundamental que NUNCA se caiga en los siguientes errores por el bien de los más pequeños y de la armonía familiar en general:
- Denigración o abuso verbal
Las reglas impuestas en un clima constantemente negativo pueden socavar gravemente la autoestima de un niño. Es esencial evitar insultos o comentarios degradantes, incluso cuando se dice que no han sido dichos intencionadamente sino fruto del acaloramiento, terminan dando al niño la impresión de que es malo o una mala persona, cuando es su comportamiento lo único inadecuado. Además, lejos de hacer cambiar, este tipo de comportamientos conducen aún más a la desobediencia.
En todas nuestras intervenciones debemos hacer que nuestros hijos sientan que no son ellos lo que se está cuestionando, sino su comportamiento. También debemos tener cuidado de no intervenir frente a los demás, porque es muy humillante y esto solo amplificará sus deseos de oposición. Aunque es recomendable no reprender a un niño en público, es conveniente no dejarlo pasar (si es muy grave) y realizar una retirada hacia un lado más tranquilo para intervenir. Tampoco tenemos que renunciar o abandonar nuestros requerimientos o nuestras instrucciones por falta de energía, tiempo o simplemente para evitar conflictos.
- Incesantes repeticiones
Debemos evitar repetir la misma instrucción una y otra vez, los niños conocen los límites y la cantidad de veces que pueden hacernos repetir una solicitud antes de intervenir. Repetir constantemente es animar a tus hijos a prolongar su oposición y, sobre todo, a no escuchar ni atender en la primera solicitud.
- Amenazas
Después de múltiples repeticiones suelen sucederse las amenazas: “Te lo advierto, si no vienes y guardas tus zapatos los pongo en la basura”, “Si no vas a hacer tu cama no podrás jugar con la consola durante un mes”…
Estas amenazas son a menudo excesivas o rara vez se aplican. Informar a un niño de la consecuencia que le espera no es una amenaza en sí misma, pero se hace así si rara vez se aplica o si es descabellada, y eso los niños lo perciben bastante rápido. Nuevamente, es tu credibilidad como padre o madre lo que está en juego cuando aplicas castigos exagerados.
- Explicaciones excesivas
También debemos evitar caer en explicaciones excesivas. Explica de manera concreta a tus hijos lo que esperas de ellos, sin entrar en interminables discusiones. A los niños les gusta saber claramente qué se espera de ellos, así que no te andes por las ramas.
- Azotes
Aunque los azotes hoy en día ya no son contemplados como una opción, afortunadamente, muchos padres se dejan llevar por este tipo de métodos arcaicos en situaciones fuera de control. Ante el comportamiento inaceptable o perturbador de los niños algunos padres se exasperan y no saben cómo reaccionar o intervenir. Se sienten impotentes y terminan cediendo a la ira y a los azotes, pero aunque el enfado ante ese tipo de situaciones pueda ser comprensible, el gesto de pegar nunca lo es.
Azotar es una pérdida de control parental que denota una clara falta de medios de intervención o un “medio” para comunicarse de manera ineficaz ante el desacuerdo de un niño (los padres a veces sienten que esta es la única manera de ser entendidos). En resumen, los azotes se convierten en una forma de resolver o superar un problema de comunicación o intervención por parte de los padres de manera radical.
Esta técnica de castigo a veces parece dar resultados inmediatos, pero es solo a muy corto plazo, y genera sentimientos tan negativos y tan poco educativos como el miedo, que puede provocar consecuencias emocionales muy negativas también a largo plazo. Los azotes son un gesto muy humillante, un movimiento que socava directamente la autoestima al tiempo que rompe el vínculo de respeto y confianza. Ante una intervención física sostenida, el niño tendrá miedo de cometer un error, perderá la confianza en los adultos, dudará antes de emprender cualquier acción y se cerrará en sí mismo, lo que no puede ser beneficioso nunca para un buen desarrollo.
16 abril, 2020
Buenas tardes, mi nombre es Yuberki soy Psicóloga general, trabajo en un Centro Educativo Público en República Dominicana. A mi en lo personal me encanta los materiales que comparten por esta página, además de que me ayuda a fortalecer mi práctica…Gracias y que Dios los bendiga a tod@S.
24 febrero, 2021
Me interesó mucho esta publicación… mi pregunta es… ¿cómo revertimos estas situaciones cuando el niño y ya adolescente, creció en ese ambiente de gritos, insultos, castigos…? ¿Cómo curamos su alma dolida?