La naturaleza es una maestra poderosa y son muchas cosas las que los niños pueden aprender de forma práctica en el patio de la escuela que no pueden aprender sentados en un salón de clases. Por eso en este artículo nos hemos propuesto demostrar de qué forma las instalaciones al aire libre pueden mejorar el aprendizaje, desde el más relacionado con los currículos de ciencias hasta los relacionados con el propio comportamiento.
Cómo llevar y estimular el aprendizaje al aire libre
Para poder estimular el aprendizaje al aire libre y beneficiarnos de todas sus cosas positivas, debemos en primer lugar crear (o habilitar) dicho espacio al aire libre, lo que deberá hacerse hablando y debatiendo con la comunidad educativa sobre los deseos y necesidades de maestros y estudiantes.
Las características del espacio dependerán del objetivo que se tenga en mente o de la materia a trabajar, por ejemplo, se puede incorporar al patio de la escuela un sistema de poleas para enseñar a los estudiantes de quinto grado el funcionamiento de las máquinas simples, o recrear una zona boscosa para que los peques puedan descubrir información interesante acerca de los ecosistemas o las redes alimentarias o acerca de los procesos agrícolas, la estructura de las plantas y las semillas…etc. Con la recreación de ambientes naturales en los patios, así como de sistemas de siembra o riego, los alumnos pueden incluso recoger frutos, flores o insectos, realizar registros y aplicar la información a lo que se aprende en clase.
El espacio exterior de un colegio puede, por tanto, recrear espacios diversos y servir para aprendizajes también diversos. El espacio al aire libre es democrático, pues permite aprender a niños con distintos niveles de experiencias y conocimientos. Incluso si hay niños que nunca antes hayan tenido alguna experiencia similar, pueden incorporarse fácilmente a las actividades de aprendizaje al aire libre sin mayores problemas, pues se basan en la experimentación y en el descubrimiento en grupo.
Estas experiencias al aire libre pueden añadir también nuevo vocabulario, estimular el desarrollo cognitivo o hacer frente a problemas de sociabilidad y comportamiento. El espacio al aire libre también se utiliza para la instrucción formal. Por ejemplo, en una unidad de mitos, leyendas y cuentos populares, los estudiantes pueden leer historias relacionadas con lo que se esté aprendiendo en clase y hacer dicho aprendizaje más dinámico, con representaciones teatrales u obras de títeres en las que esté muy presente la naturaleza.
Para las disciplinas artísticas el aprendizaje al aire libre también puede ser muy positivo, pues permite extender el trabajo artístico realizado en clase al aire libre a la naturaleza, donde se pueden incluir bellos espacios de lectura o hasta zonas de teatro y dramatización permanentes.
Beneficios del aprendizaje al aire libre
En realidad de lo que se trata no es de hacer que el aula tradicional se traslade al patio del recreo, sino establecer un lugar en el que los niños puedan estar como en una especie de receso alternativo en el que poder aprender e interactuar con la naturaleza de una manera menos formal y más directa que en el aula. Esto permite que en una clase de historia se pueda salir al aire libre a comprender la formación y el proceso de descubrimiento de los yacimientos arqueológicos, u observar la geología de la tierra o los procesos químicos de las rocas.
Este tipo de experimentos al aire libre brindan una oportunidad muy importante de comprender conceptos en un entorno del mundo real, lo que permite obtener una comprensión más profunda de los mismos que experimentando o aprendiendo de memoria en el aula. De este modo los niños pueden también aprender sobre la forma de plantar y cuidar un jardín, de donde vienen los alimentos, cómo se comportan algunos insectos u otros organismos de la naturaleza…es, en definitiva, mostrar la realidad fuera de la clase y mostrar el mundo a los estudiantes.
Pero el uso del espacio al aire libre tiene también otros beneficios para los estudiantes, como la posibilidad de fomentar su curiosidad y su interés por aprender, o incluso minimizar la aparición de problemas de comportamiento social y emocional. El espacio al aire libre permite un “reinicio” en los estudiantes y un estado de libertad y de alegría que hace posible que casi cualquier aprendizaje resulte efectivo.
Los colegios que han fomentado ya el aprendizaje a través de los patios escolares han mejorado el comportamiento de sus estudiantes, promovido el ejercicio y mejorado las relaciones con los padres y la comunidad. Y es que está demostrado que dar a los estudiantes, aunque sea diez minutos de tiempo al aire libre, tiene un impacto muy positivo en el aprendizaje, que puede aprovecharse para mejorar el rendimiento en la propia clase. Los maestros, al mismo tiempo, aprenden nuevos métodos de enseñanza y desarrollan nuevos planes de lecciones. Por eso un nuevo sistema de educación más dinámico y eficiente es posible… ¡Probemos a dejar que los niños aprendan también fuera de las paredes frías del aula!