Pautas para no llegar nunca a humillar a los estudiantes

En el pasado, en realidad no tan lejano, era habitual que algunos maestros abusaran de su posición de poder en las escuelas y que humillaran a los alumnos, según su criterio y apetencia, poniendo los brazos en cruz para sujetar una buena pila de libros, soportando un buen golpe con la regla en las manos por algún error o descuido, o unas terribles y vergonzantes orejas de burro frente a los demás.

Aquellos métodos que se utilizaban en el pasado no gozaban, claro está, de valores que hoy consideramos esenciales, como son el respeto, la empatía o la dignidad. El simple hecho de ser una persona más mayor y de gozar de un estatus respetable, como era el caso de un maestro o una maestra, ya parecía dar patente de corso para poder mal disciplinar a los niños de forma autoritaria y, por qué no decirlo, algo siniestra y malévola.

Con el tiempo aquellas formas de actuar se fueron suavizando y relajando, pasando en torno a los años setenta y ochenta a tal vez algún castigo de cara a la pared o unos cachetes. Cuesta hasta escribirlo, pero lo cierto es que cualquiera que haya nacido antes de los años noventa es probable que pueda recordar alguna situación humillante de este tipo (propia o ajena) al pensar en su etapa escolar, y es francamente triste. Incluso, si cerramos los ojos y nos concentramos, es probable que más de uno pueda llegar a estremecerse como antaño y a sentir aquel malestar de la infancia, con el consecuente mal recuerdo del profesor o profesora que llevara a cabo la mala praxis.

 

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Pero, ¿de verdad hemos aprendido a no humillar a los estudiantes por el hecho de que ya no se recurra a ese tipo de autoritarismo en las aulas?

 

Cómo prevenir la humillación de los estudiantes en el aula

Es cierto que todos crecemos y de nuevo acabamos en la posición de los que nos dieron clase en otras décadas, estresados y aturdidos por comportamientos infantiles y/o adolescentes que a veces son difíciles de digerir cuando uno se ha hecho mayor, pero esto (que es parte de un proceso lógico y natural) no debería hacernos perder la memoria ni la perspectiva de lo que debe y no debe ser.

Pueden ser muchos los motivos por los que un profesor (entonces y ahora) se vea tentado de aprovechar su posición de poder para ejercer algún castigo sobre algún alumno, como por ejemplo la desesperación que se puede crear ante un mal comportamiento, por falta de confianza propia, por faltas de respeto generalizadas y recurrentes…Pero lo cierto es que no importa la causa, porque si algo nos enseña el hacernos mayores es la necesidad de no perder nunca el norte y de mantener la calma en los momentos más difíciles.

Esto quiere decir que no importa lo malo que pueda ser el comportamiento de un alumno o su nivel de desinterés, pues incluso en estos casos es necesario buscar formas de disciplina justas y didácticas. Además, es precisamente esa posición de poder del que da clase, la que debe servir para obrar en positivo, ofreciendo una confianza al alumnado máxima y una seguridad que no se pueda ver fragmentada en relación al comportamiento. Por eso, y para cuando las fuerzas flaqueen, puede que resulte útil tener en cuenta las siguientes pautas que describimos a continuación.

 

 

 Pautas para no caer nunca en este tipo de práctica negativa

 

  •  No pongas nunca a un estudiante en una situación embarazosa  o vergonzante.
  • Mantén siempre la comunicación con los alumnos, y haz que sea privada cuando se trate de hablar de comportamientos o progresos académicos.
  • Asegúrate de que tus alumnos siempre entiendan aquello que quieres decir exactamente.
  • Evita el sarcasmo, incluso si tus alumnos suelen reírse con él, pues puede llevar en ocasiones a malentendidos.
  • Presta mucha atención al lenguaje corporal, pues a veces lo que dice un estudiante no es lo que siente en realidad. Si un estudiante muestra nerviosismo, una actitud defensiva o algo de retraimiento, asegúrate de que todo esté bien.
  • Si notas algún cambio repentino en el comportamiento de un estudiante, especialmente en cuanto a las faltas de asistencia se refiere, asegúrate lo antes posible de que no le esté sucediendo nada perjudicial o peligroso y contacta con la familia.
  • No elogies a unos estudiantes por encima de otros, ya que el nivel de trabajo no tiene por qué ser el mismo en todos. Ensalzar a algunos puede llevar a la frustración a otros y a una falta generalizada de expectativas.
  • Trata a todos los estudiantes por igual. Si un estudiante da una respuesta incorrecta, no digas cosas como: “¿Alguien puede ayudarle?” Prueba a introducir otras dinámicas, como por ejemplo sugerir al alumno que no sepa la respuesta que pida un comodín y elija a alguien para hacer alguna consulta.
  • Realiza debates en los que habléis abiertamente de qué cosas encuentran humillantes o vergonzosas cuando están en clase, ya que esto te ayudará a trazar un buen mapa de las personalidades y formas de ser de los alumnos para evitar situaciones desagradables. Cuenta también situaciones propias que vivieras en el pasado y que pudieran se humillantes y cómo las resolviste, ya que esto te “humanizará” de cara al alumnado y les hará comprender que eres un maestro/a que sabe entender y empatizar con los demás.

 

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Y, sobre todo, no olvides que todos los estudiantes merecen el derecho de sentirse seguros y libres de sensaciones tan terribles como la vergüenza o la humillación porque, cuando estos axiomas se rompen, no solo puede verse afectado el rendimiento académico, sino también la confianza en la escuela y en las personas, pudiendo dejar un mal recuerdo que perdure durante toda una vida.

 

 

Autor: Almudena Orellana

Cofundadora del Proyecto educativo Bosque de Fantasías, escritora creativa y redactora jefe. Leer más

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