Cómo convertirse en un maestro que sabe escuchar

Imaginemos por un momento que un estudiante va de buen grado cada día a la escuela hasta que otro día se siente provocado por otro compañero/a o tiene algún tipo de percance o de enfrentamiento que hace que se cuestione el hecho de ir a clase o no, o, en el peor de los casos, coja miedo a la idea de volver. Imaginemos también que el día que eso ocurre el niño o niña en cuestión tiene algún episodio violento y es castigado, pero que dicho episodio violento se ha producido por un cúmulo de circunstancias desagradables y tristes, como el hecho de que al enfrentamiento escolar se sume una pérdida familiar o alguna situación privada de desestabilidad emocional.

Muchas veces los estudiantes necesitan compartir con sus mayores en el centro escolar aquellas cosas que les suceden, o desearían hacerlo pero no encuentran la manera. Podría ser, incluso, que dicho estudiante disfrute yendo al colegio porque es el momento del día en que más estabilidad tiene y más acompañado se siente… ¿quiere decir esto, entonces, que las escuelas presentan una necesidad carente hoy por hoy de escucha hacia los alumnos? Desde luego que sí, o al menos en la mayoría de los casos.

Los jóvenes muchas veces muestran signos de necesidad de ser escuchados y comprendidos, y saber hacerlo es, sin duda, el sello del educador transformacional de nuestro tiempo.

 

saber escuchar alumnos

 

 

Cuatro rasgos principales de un educador/a que sabe escuchar

Los educadores oyentes cultivan estos enfoques simples y poderosos, ¿quieres conocerlos?

 

  • La voluntad de disminuir la velocidad

¿Quiénes son estos educadores? Aquellos que saben escuchar la urgencia del cambio, pero abrazan con más fuerza el ritmo lento a la hora de la escucha. Este tipo de profesores, aun siendo conscientes del estrés que implica muchas veces la enseñanza, frenan su paso para poder observar y ser vistos cuando los necesiten, y están dispuestos a atender todas aquellas dudas que surjan entre padres y alumnos. Este tipo de profesores y maestros suelen dedicar al menos un día a tutorías y se muestran con disponibilidad ante la comunidad escolar.

 

  • Empatía y curiosidad social

La gente y sus historias fascinan al educador oyente, y en gran parte por la gran capacidad de empatía que suelen tener. Cada interacción ofrece una ventana fascinante hacia la perspectiva y la experiencia de otro ser humano, así que, si te consideras uno de estos profes y quieres cultivar aún más tu curiosidad, desarrolla un conjunto de herramientas de preguntas auténticas y abiertas para cuando las necesites. Aquí mostramos algunos ejemplos útiles:

  • ¿Cuáles son tus esperanzas y sueños (para ti, tus hijos, la escuela…etc.)?
  • ¿Qué uno o dos valores fundamentales te impulsan a hacer lo que haces todos los días?
  • ¿Qué cambio te gustaría ver en la comunidad y qué puedes hacer para promover ese cambio?

A medida que haces estas preguntas de sondeo y disminuyes la velocidad para escuchar las respuestas, desarrollas y potencias mucho más tu capacidad de maestro oyente.

 

  • Atención a las señales no verbales

El educador que escucha presta mucha atención a la comunicación no verbal. De esta forma, y gracias a la capacidad de observación que tienen estos profesores, un educador que sabe escuchar sabe ver también cuando una cara está triste o alberga preocupación, miedo, vergüenza…Cuando esto ocurre, el profesor puede decir al alumno en cuestión cosas como: “ayer noté un cambio en la expresión facial de tu rostro, Juan, y descubrí que te preocupaba que los otros niños pudieran ver el premio, que habías ganado y escondido, como algo ridículo”. Una vez que el alumno compruebe que el profesor le comprende y se dé un tiempo para la conversación y la escucha, el niño/a podrá sentirse mejor y aliviar su problema, porque sabrá que no es el único que puede darse cuenta de que su tristeza o preocupación tenía un motivo.

 

  • Autoconciencia y empatía

El educador de la escucha cultiva la autoconciencia y la empatía por los demás, especialmente frente a comportamientos desafiantes. En momentos de angustia aprendemos a preguntarnos: “¿Qué se me ocurre ahora? ¿Por qué me está provocando este comportamiento o esta persona?” La empatía, en consecuencia, ofrece un puente a la humanidad de la otra persona, desafiándonos a permanecer presentes incluso cuando queremos correr en la dirección opuesta. Esto requiere coraje, respiraciones profundas y la voluntad de apoyarse en los demás. Las comunidades adultas sanas adoptan rutinas para facilitar el apoyo entre compañeros y crear resiliencia, que no es otra cosa que la capacidad de superación ante las adversidades.

 

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El educador que escucha y el núcleo común

Los avances en psicología e inteligencia emocional permiten a los educadores en nuestros días el poder adoptar una nueva mentalidad basada en la escucha hacia sus alumnos. Aprender a escuchar bien a nuestros estudiantes, padres, colegas y comunidades, nos ayudará a establecer relaciones más profundas y personalizar el apoyo para cada niño y su situación concreta.

Los educadores que escuchan ven la experiencia humana como un texto complejo, y la escucha como una forma de abordarlo y leerlo. Entienden que cada gran plan de lección, reunión de padres y/o colaboración entre maestros, comienza con una habilidad simple pero poco utilizada, que no es otra que el saber escuchar. Un trabajo valiente que puede no ser recompensado en la evaluación, pero que incrementará su impacto de manera exponencial haciendo que el maestro que lo aplique pueda diferenciarse como educador y destacar entre padres y alumnos. Y es que saber escuchar tiene grandes recompensas que no solo repercuten en la actividad profesional, sino también en la personal.

 

Y tú, ¿cómo escuchas a los estudiantes, compañeros y padres? ¿Qué significa para ti ser un educador que sabe escuchar? ¿Con cuál de los cuatro rasgos mencionados anteriormente luchas y cuáles querrías cultivar?

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Autor: Almudena Orellana

Cofundadora del Proyecto educativo Bosque de Fantasías, escritora creativa y redactora jefe. Leer más

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