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“Una mala persona no puede ser buena profesionalmente”: Howard Gardner

En 1983 Howard Gardner propuso en uno de sus libros la Teoría de las Inteligencias múltiples, en la cual la capacidad cognitiva que tenemos las personas no es vista como algo celular que acoge diferentes capacidades específicas, sino como un conjunto de inteligencias distintas y semiautónomas entre sí. Gardner, con esta teoría, mantiene que no existe una capacidad única, sino que cada persona presenta al menos ocho habilidades mentales cognitivas que la forman.

Este psicólogo estadounidense, profesor de la Universidad de Harvard, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2011 por sus investigaciones y hallazgos relacionados con el análisis de las capacidades cognitivas de los seres humanos.

 

 

Para Gardner, la capacidad cognitiva es una habilidad que se puede entrenar y, por lo tanto, mejorar. Cuando habla de inteligencia no se refiere solo al cociente intelectual, sino a la capacidad que tenemos como personas para resolver problemas y crear productos dentro de nuestro propio contexto cultural. No rechaza que exista un componente genético, pero sí que dicho componente puede ser potenciado o no por otros factores como las experiencias de vida, el contexto, la educación, etc, lo que podría llevarnos a pensar que una llamada “mala persona” (que habría acumulado probablemente muchas malas experiencias a lo largo de su vida) tendría más dificultades para convertirse en una persona muy inteligente y capaz de superarse a sí misma, tanto a nivel personal como profesional.

Este investigador, para llegar a la conclusión de cada tipo de inteligencia, estudió el desarrollo de las habilidades que poseían los niños, junto a su capacidad de percibir y de resolver problemas. Este estudio le permitió establecer la forma en la que se dividían las distintas capacidades de las personas.

 

 

¿Qué es la inteligencia en realidad?

La mayoría de la gente cree que la inteligencia es estática: o eres inteligente o no lo eres. Pero resulta que la inteligencia es como un músculo que se puede desarrollar con el uso. Además, si uno cree que eso es cierto, puede tener más posibilidades de que su inteligencia siga aumentando, pues no dejará de luchar y pelear por ello.

Pero la inteligencia a menudo también se compara con las puntuaciones en las pruebas de coeficiente intelectual de una forma más injusta, pues la mayoría de académicos creen que dichas pruebas de CI solo evalúan una parte de la inteligencia de una persona y no el todo. Y es que, las pruebas de CI tradicionales básicamente miden la retención del conocimiento verbal y matemático del niño, lo que desafortunadamente refleja una dimensión muy limitada que finalmente se equipara con el potencial intelectual de los niños.

Lejos de categorizar a las personas en buenas o malas, al hilo de las reflexiones de Gardner y centrándonos en la infancia, la realidad es que los estudiantes que creen que pueden “ser más inteligentes” al desafiarse a sí mismos se convierten en aprendices más efectivos. Por el contrario, aquellos estudiantes que tienen una visión más convencional, ya sea inteligente o no (conocida como visión “fija” de la inteligencia), tienen a sentirse incómodos o terminan pensando que no son inteligentes al cometer errores por un exceso de falta de confianza y de autoestima, capaz de disminuir potencialmente sus posibilidades de seguir aprendiendo cosas nuevas de manera efectiva.

Todos estamos en una curva de aprendizaje y tendremos fracasos en el camino hacia el éxito, pero en lugar de frustrarse por los contratiempos, las personas con una mentalidad de crecimiento son resilientes, es decir, que son capaces de utilizar los “fallos” como oportunidades nuevas de aprendizaje. En lugar de preocuparse por si son lo suficientemente “inteligentes”, estos niños saben que pueden serlo más aún simplemente trabajando en ello.

 

 

Estos niños son capaces de manejar su ansiedad de forma más eficaz, puesto que no se bloquean con la idea de que aunque sea complejo el proceso sea imposible para ellos. De esta forma, se convierten en aprendices perpetuos que pueden aprender lo que necesitan en situaciones nuevas y que son capaces de encontrar la motivación clave para poder seguir aprendiendo más.  Una buena forma de conseguir esto último es a través del juego.

Cuando los niños pequeños juegan se sienten motivados a superar obstáculos para lograr sus objetivos. Eso les ayuda a desarrollar una mentalidad de crecimiento y la capacidad de manejarse mejor para superar los desafíos. Aprenden que dichos desafíos pueden ser divertidos, en lugar de intimidantes, y que el trabajo duro combinado con una buena actitud puede ayudarles a alcanzar grandes metas, lo que extrapolado al mundo adulto nos llevaría a la conclusión de Gardner de que las “malas personas” no pueden llegar a ser nunca grandes profesionales.

 

 

Conoce los tipos de inteligencia de Howard Gardner

 

 

 

 

Estos dos últimos tipos de inteligencias forman la llamada inteligencia emocional, que es la que nos permite vivir nuestra vida en equilibrio, de manera saludable y satisfactoria.

En definitiva, facilitar y potenciar la mentalidad de crecimiento en los más pequeños y estimular su curiosidad y sus intereses naturales es muy importante, pues les permite aprender que de su propia determinación dependerá muchas veces el futuro y el éxito. Dicha mentalidad es la que da la posibilidad a las personas de alcanzar ese éxito profesional del que habla Gardner y, lo más importante, de alcanzar también el éxito personal.