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Evolución del autoconcepto en el niño y su propia identidad

El conocimiento de uno mismo es una de las adquisiciones más buscadas por parte del ser humano. En este sentido, denominamos autoconcepto a las características que utilizamos para describirnos a nosotros mismos.

La personalidad y, por lo tanto, la idea que tengamos de nosotros, varía en función de aspectos tan variados como el propio cuerpo, el propio comportamiento o la situación y las relaciones sociales. En el caso del recién nacido, apenas tiene conciencia de que él mismo tiene un cuerpo distinto a las demás realidades existentes, es decir, que aún no se concibe a sí mismo.

Durante los dos primeros años los niños construyen la identidad existencial, es decir, el niño se da cuenta de que tiene una existencia independiente de la existencia de los demás. Toma conciencia de su propia existencia.

Entre los dos y los seis años los niños construyen la identidad categorial, es decir enriquecen la imagen que han alcanzado de sí mismos (identidad existencial) con características que les son propias y que les distinguen de los demás. Dichas características suelen ser personales, externas y relacionadas con:

CARACTERÍSTICAS COMUNES

A partir de los seis años el autoconcepto va tomando conciencia de características más relacionadas con el mundo interno y con el mundo social. Se fundamenta menos en características físicas externas y empiezan a tener conciencia de que tienen sentimientos, pensamientos, deseos propios y que, además, son distintos a los demás. La toma de conciencia de la propia identidad va diferenciándose poco a poco y va perdiendo el carácter global que tenía hasta ahora.

En la adolescencia las características que se usan para describirse a sí mismos son abstractas. El adolescente ya tiene capacidad para reflexionar sobre sus propios pensamientos y sentimientos. Los cambios físicos que se dan en esta época obligan a reconstruir el autoconcepto. Se alcanza la identidad personal en medio de la confusión propia de ese momento de cambio.