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Cómo ayudar a un niño difícil a expresar sus emociones

Un niño “difícil” no es producto de una mala crianza. Este dato es importante, ya que muchos padres se sienten culpables y no es así. Lo que sí es cierto es que hay que tener mucha paciencia, comprensión, dosis extra de atención y hasta un plus de creatividad para lidiar con ellos. Estos niños generalmente reprimen alguna emoción, lo cual les produce tensión, nervios y caos hasta que ni ellos mismos saben qué les pasa. A veces sienten rabia, tristeza, enfado e incluso hastío.

Nos enfrentamos a un reto: tenemos un niño especial, más sensible que el resto, por lo que tenemos que tener claro que detrás de cada enfado, rabieta o bloqueo, lo que hay es alguien pidiendo ayuda a gritos.

¿Qué podemos hacer? Pues, básicamente, seguir a rajatabla estos 4 pasos:

Reforzar positivamente

Los niños difíciles tienen baja autoestima y son muy frágiles, nunca lo olvidemos. Por eso hay que evitar toda valoración negativa que lo único que generará es más ansiedad en el pequeño. Por el contrario, cualquier comentario positivo del tipo “confío en ti”, “tú puedes hacerlo”, “estoy contigo y te apoyo”, “tranquilo, pasará” o “eres especial” tendrá un efecto balsámico que le hará sentirse querido y no recriminado.

Crear una comunicación de calidad

Hay que hablar con ellos a diario escuchándoles de verdad, sin compararles con sus hermanos u otros niños. Sin juzgarles, respetando sus ideas, conversando y compartiendo. Hay que evitar reírse de sus problemas pues para ellos son muy importantes y pueden perder la confianza que ya se había ganado. Tampoco les interrogues ni empieces un diálogo con sentencias tipo: “siempre estás igual”, “no sabes hacer nada”, “no vas a poder”, porque esto elimina cualquier posibilidad de avance en su actitud.

Trabajar en su equilibrio interno

Debemos enseñarles que la respiración puede servir para calmar las emociones y curar el enfado, que compartir sus penas puede ser liberador y que saber discutir pacíficamente para llegar a un consenso, a un punto de encuentro común, es de personas inteligentes que se esfuerzan. También es muy útil que aprendan a relajarse haciendo algo que les distraiga o les motive usando el poder infinito de la concentración. Y que sepan que llorar no es malo, al contrario, es una emoción tan necesaria como la risa. Con todo este camino hecho ya será más sencillo que aprendan a lidiar con la frustración, puesto que no todo va a ser siempre como ellos quieren. Ahora ya están listos para aprender a escuchar a los demás desde su tranquilidad, lo más complicado del proceso.

Humor, empatía y responsabilidades

En caso de que no sepamos cómo salir del momento de tensión, echar mano de la risa no suele fallar. Acercarnos a nuestro hijo con humor haciéndole ver el lado más irónico de la situación puede ser el remedio. Ponernos en su lugar también es bueno porque nos ayudará a entenderle y a que él también se ponga en el de los demás. Preguntarle si se ha parado a pensar como se ha podido sentir su abuela, su hermana o su amigo por una situación pasada, le hará poco a poco reflexionar y variar su perspectiva. Ya, por último, hacerle responsable de sus actos para que vea y aprenda que todo lo que uno hace tiene consecuencias será vital, ya que le hará tener más control sobre sí mismo y sobre su entorno.