NOTICIAS INFANTILES ® Consejos para padres, profesores y niños

El frasco de la calma de María Montessori

En un mundo de hombres, la italiana María Montessori luchó por llevar adelante sus ideas y, a pesar de las dificultades, consiguió trascender en la historia. Educadora, feminista, científica, médica, bióloga, antropóloga, psiquiatra y humanista, tenía que acudir a examinar cadáveres, apartada de sus compañeros porque no estaba bien visto que una mujer estuviera en la misma habitación con más hombres y un cuerpo desnudo.

Superando los obstáculos que se le presentaban, acabó siendo una figura imprescindible como pedagoga que revolucionó la enseñanza con sus innovadores métodos de enseñanza.

Las premisas principales de su educación son hacer a los niños responsables de sus actos, guiarles en el camino del aprendizaje respetando su iniciativa, propiciar el contacto con la naturaleza, reforzar su autoestima sin recurrir al castigo en un cuidado entorno de espacios abiertos y mobiliario interactivo y liviano.

Entre las diversas ideas geniales que elaboró María Montessori se encuentra una muy especial: El frasco de la calma. Como su nombre indica, el objetivo es aplacar la tensión generada por un enfado o rabieta. Tranquilizar una situación de estrés o un ataque de llanto. Y damos fe de que lo consigue. No es un castigo ni un juego, es simplemente una forma de superar la frustración y conseguir paz.

La misión que tiene el frasco es que el niño se quede observando los hipnóticos y tranquilizadores movimientos de la purpurina flotando. Que las partículas brillantes y coloridas le abstraigan de su confusión y consigan relajarle. Estimular su autocontrol y ralentizar su respiración y ritmo cardiaco, consiguiendo que al poco tiempo pueda enfrentar el problema que le ha alterado.

Podemos hacer varios de diferentes tamaños y colores para llamar su atención. Elaborarlo puede ser un proceso en el que se implique positivamente.

El procedimiento para realizarlo es muy sencillo de hacer.

MATERIAL NECESARIO

INSTRUCCIONES

Introduces en el frasco todos los materiales y los mezclas bien, siempre dejando un dedo libre para que el espacio haga posible el movimiento, que será el responsable de que aparezcan formas mágicas.

La diferente densidad del champú y el pegamento son el secreto del frasco de la calma. Todo se mueve a diferente velocidad y va creando formas atrayentes que evocan una extraña atmósfera.

La tapa del frasco se pega con pistola de silicona para que no haya peligro de derrames.

Y ya está listo para que el niño tenga su válvula de escape. El  rincón de paz que le devolverá la tranquilidad perdida…

¡Créanme, que es muy efectivo! ¡No te pierdas nuestro video!