El colegio San Antonio de Padua de Argentina se ha hecho famoso tristemente estos días, por la expulsión de un niño con Síndrome de Asperger. Una noticia que pone de relevancia el escaso conocimiento aún que se tiene sobre este trastorno, así como la falta de empatía y de solidaridad que continúa presente en este siglo XXI. Una intolerancia que se ve avalada, además, por la cobardía y la falta de transparencia que mucha gente practica al amparo de las redes sociales.
Dicha expulsión se ha visto culminada tras un periodo de tiempo en el que, otro famoso grupo de madres de Whatsapp, comenzó a cuestionar la conveniencia de que este niño compartiese clase con sus hijos. Las conversaciones, que se han filtrado y ahora son públicas en la red, confirman de qué forma llegan a excederse los límites en dichos grupos de Whatsapp, hasta el punto de rozar casi lo delictivo.
Algunas madres de los compañeros de dicho niño, fueron estableciendo cada vez más presión al colegio religioso de San Antonio de Padua, tras lo que finalmente el colegio accedió cambiando al niño a otra clase y culpabilizándole de ser la causa de un problema que ni tan siquiera existe.
Aunque casi más que el hecho, lo que verdaderamente escandaliza son los términos con los que estas madres ejercieron su presión, alegrándose y celebrando abiertamente el hecho de que finalmente se alejara a este niño de sus hijos. Frases como, “qué buenísima noticia” o, “un alivio para los nuestros”, son solo algunos ejemplos de las barbaridades que este grupo de madres de Whatsapp llegó a proferir con respecto al niño con Síndrome de Asperger.
Afortunadamente, las redes sociales también sirven para denunciar y sacar a la luz casos tan tristes e inconcebibles como este. Fue la propia familia del niño, indignada no solo con la actitud de las madres del resto de niños, sino también con la del propio colegio, la que decidió hacer público este asunto, que ya se ha hecho viral y que ojalá sirva de ejemplo para analizar en qué punto se encuentra realmente nuestro sistema educativo y nuestro sistema de valores. Para saber, en definitiva, qué mundo es exactamente el que estamos dejando a los más pequeños.
Foto de El País
